Neuroanatomía básica del hambre y de la ingesta
El núcleo del tracto solitario en el troncoencéfalo es probablemente el nivel más bajo de la conducta de ingesta, suficiente para ajustar la ingesta en distintos animales. Recibe aferencias enteroendocrinas a través del nervio vago ajustando su actividad desde señales periféricas.
El hipotálamo, contiene diferentes núcleos que monitorizan distintas señales, regulando las respuestas metabólicas más básicas, como sueño, hambre o sed. Posee neuronas orexigénicas que estimulan el apetito e inhiben el gasto energético, y neuronas anorexigénicas que inhiben el apetito y aumentan el gasto energético.
El estriado ventral participa en la recompensa y en la saliencia del incentivo (deseo), así como en las respuestas consumatorias de placer y el aprendizaje ante señales.
El estriado dorsal participa en el automatismo de conductas y aprendizaje procedimental, compulsiones, las respuestas condicionadas a nivel operante, etc.
La amígdala participa en respuestas afectivas de supervivencia, activándose ante estresores (por ejemplo, activando reacciones de ansiedad ante el hambre), aunque también participa en la codificación hedónica y los incentivos de la ingesta.
La ínsula codifica aspectos visceroceptivos participando en la interocepción, mapeo de estados corporales, etc.
El cortex gustativo está formado por la ínsula y el opérculo frontal, codificando el gusto y cualidades de textura de la ingesta, así como las respuestas emocionales a estos.
La corteza olfativa se dispone a nivel rostral y ventral, ocupando partes de la corteza entorrinal y piriforme.
La corteza cingulada está relacionada con la atención a señales, el conflicto y la toma de decisiones.
La corteza orbitofrontal participa en procesos superiores de valoración de las recompensas, incluida la comida, relacionándose por tanto con el tono hedónico ante incentivos, toma de decisiones, etc.
La corteza prefrontal dorsolateral está relacionada con el control ejecutivo y las respuestas inhibitorias (por ejemplo, la capacidad de inhibir el deseo de comer, de modular estados afectivos, de planificar la adherencia a un planning dietético, etc).
La corteza prefrontal ventromedial participa en el mapeo superior de la experiencia emocional.
El eje intestino cerebro manda señales periféricas de forma aferente, afectando a la actividad de distintos núcleos centrales
La conducta de ingesta de una persona, tanto la funcional como la problemática en un trastorno de conducta alimentaria, depende de la actividad y regulación de las distintas áreas. También de la consciencia interoceptiva de distintos procesos (consciencia viscerosensitiva, consciencia afectiva, etc). Igualmente de ciertos procesos cognitivos (sensibilidad sensorial, evocación mnésica, etc). La conducta alimentaria depende por tanto de distintas señales y sus interacciones, pero también de aspectos procedimentales reforzados a nivel operante, automatización de respuestas, relaciones paulovianas ante estímulos, sensibilidad a incentivos, capacidad de inhibición ejecutiva, tono afectivo, sensibilización sensorial, mapeo de estados corporales, además de neuroadaptaciones destinadas a conservar la energía que relacionan sistemas orexigénicos de ingesta y gasto (arousal psicomotor, termogénesis, modulación de la sensibilidad sensorial y tono hedónico, etc).
Extracto de Máster en Obesidad y TCA.
Citar como Bordallo. A. Neuroanatomía de la ingesta. ICNS.
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