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Jean Baudrillard. Crítica de la economía política del signo.

Jean Baudrillard (1929 – 2007), filósofo y profesor de sociología, realizó un análisis de la relación entre objeto, signo y orden social en su Crítica de la economía política del signo (1972). Contrariamente a la teoría marxista y a la teoría económica clásica, para Baudrillard, la clave no es la producción, ni el objeto, ni la satisfacción de necesidades del mercado, sino que la sociedad se organiza mediante el significado social que se encuentra en el intercambio de signos. El significado depende del proceso de institucionalización, de las "coacciones culturales" dice Baudrillard, que acaba en el significante cibernético total de hoy. Las "necesidades" de las que tanto se habla son para Baudrillard un discurso social, no un hecho natural. Por tanto, una teoría económica no puede fundarse sobre una teoría de producción ni de satisfacción de necesidades, sino sobre una teoría de consumo dirigida por signos.

Objeto y materialismo

En el marxismo, el concepto de valor de uso deriva de una lógica de utilidad "natural" del medio, y del objeto-herramienta. El capitalismo, según los marxistas, ha creado un sistema que elimina el valor de uso imponiendo un valor de cambio mediante una lógica de mercado bajo hacia una forma artificial de relación con la naturaleza que es el objeto-mercancía. La herramienta es utensilio, transformada en producto con la sociedad mercantil, que ha alienado a las personas en una falsa consciencia. En algunas tribus primitivas existe una distinción entre bienes primarios (comida...) y bienes sociales (collares y otros elementos simbólicos ante el cual se organiza el sistema social de valores y status).

El materialismo y la teoría económica moderna parte de un objeto real frente a un sujeto empírico que satisface necesidades naturales. Esto es un mito para Baudrillard, al igual que el sujeto individual y subjetivo de la teoría clásica. No hay necesidad vital ni derecho natural. Tampoco hay una economía de necesidades individual, ni subjetivista en sentido hayekiano liberal. El consumo no tiene como fin satisfacer el gozo personal, sino que es un destino social impuesto mediante una institución social coactiva. Si no de derecho (ni falta que hace), sí de hecho. La contingencia del objeto empírico, ya dado con materia, forma, función, estética, es para Baudrillard un mito.

Al centrarse en la producción material, Marx se centra en el objeto excluyendo los signos, la comunicación y el lenguaje, a pesar de que entendió que había un problema con la consciencia. Pero para él la problemática era derivada de la relación de las personas con la producción mediante contradicciones prácticas. Baudrillard se dirige a la función psicológica y social, criticando la teoría marxista por su abordaje reduccionista, centrándose en el juego simbólico de forma/funcionalidad/estética/moda/técnica del objeto que lo abstrae mediante el código social.

El valor de uso y de cambio de la teoría marxista no es consustancial al producto, sino que lo que existe es una forma en la que expresa la relación social. Igualmente, no existe una relación infraestructural material y superestructural cultural como cosas disociadas, ajenas unas a otras. La cultura no es una trascendencia de los contenidos, sino que se manifiesta necesariamente mediante esos mismos contenidos con el código que se expresa en los símbolos compartidos. El carácter alegórico que se manifiesta en el proceso discursivo está en la estructura misma del signo que atraviesa todas las clases.

En absoluto el objeto tiene un status pragmático puro que posteriormente adquiere un significado social, sino que el significado social es primario debido al valor como signo. El objeto no es por tanto un utensilio funcional que permite operaciones técnicas naturalmente dadas, que resuelven necesidades antropológicas objetivas impuestas por el medio. Esta función de necesidad que genera una relación productiva del hombre con el entorno es una ideología para legitimar el dominio de la técnica cientificista, como del marxismo y socialismo, que no está lejos de esa misma ideología de dominio cientificista.

Por tanto, la economía no se funda en una objetividad material en sentido marxista (valor de uso), que emana de la naturaleza, y que es la "verdad" del hombre que ha sido alienada por el capitalismo de la mercancía, sino que el funcionalismo de los objetos parte en primer lugar de un valor de cambio-signo. Materialmente, los objetos no agotan jamás sus posibilidades en aquello para lo que sirven. Siempre hay una función, y otra, y otra... pero la funcion no es del objeto, no designa una relación material de la naturaleza, solo designa las expectativas de su poseedor.

Un coche no es únicamente un producto que produce un desplazamiento físico. El objeto no existe solo como relación operatoria con el mundo físico (objeto-utensilio). El significado lo adquiere negativamente, en la diferencia con otros objetos, según un código de diferenciaciones jerarquizadas. Es un objeto de proyección, de fascinación, de expectativas sociales, de inversión económica. Así, el objeto tiene una marca cargada de connotaciones diferenciales de estatus, prestigio, moda. La televisión en el centro del salón en los años 60, 70, 80, no era un objeto para satisfacer una necesidad. Era ante todo un símbolo de integración en una cultura de signos, un símbolo de status. Una integración, una legitimidad social. Posteriormente un mero ritual doméstico. Y más importante, una aculturación de clase. Igualmente, una falda larga o una minifalda no tienen un valor intrínseco, salvo el significado social que tengan en un sistema de tales significados como valor distintivo de una cosa o la contraria. La mujer de los 60 anhelaba mostrar su cuerpo y hoy critica este mismo hecho. Liberarse es una cosa o la contraria. Para Baudrillard, no existe la libertad en ese sentido esencialista que tanto se cita, solo se cambia un código por otro. "La ideología no es una misteriosa falsificación de conciencia, es una lógica social que sustituye a otra".

La batalla entre liberalismo y marxismo es una batalla sobre el orden de las cosas. Es decir, la cuestión sobre si el sistema productivo simplemente satisface "necesidades" o más bien las crea, y si lo que se impone realmente es el objeto per se, o ciertos signos. Los objetos traducen a menudo todo lo más las aspiraciones sociales contrariadas.

Objeto y signo

Para el marxismo la mercancía es fuerza de trabajo reificada. El objeto se inmediatiza como tal, y separa a los sujetos de una relación entre ellos, a través del valor-mercancía de los objetos que los separan en la relación de intercambio. La separación sucede a nivel de persona como a nivel de la persona con el grupo. Para Baudrillard, el orden simbólico sucede entre personas, pero el objeto es signo reificado. El objeto de consumo no lo es como objeto en sí, es objeto-signo, el cual está apropiado, es objeto de consumo, con ello parte de una relación social abolida, significada en un código que rige las mercancías tras la opacidad de las relaciones sociales. No importa quien hace que, no importa quien recibe que. El anillo de matrimonio es símbolo entre esas personas, estable y no sujeto a moda. La sortija es signo más dirigido a los demás y objeto de consumo. Pero incluso el tiempo libre, el ocio, no son una realidad fisiológica de reposo del organismo, sino productos signo utilizados como valor social de distinción y como material de intercambio. Los discursos son signo. La moralidad ostentatoria de redes sociales es instrumental, signo para señalizarse como deseable ante los demás. El signo en Baudrillard se manifiesta en lo negativo, en la diferencia. El status no es positivo, sino que ante todo es un anhelo, una aspiración.

El valor de los objetos su produce fuera de la relación personal de intercambio. Su relación ya no sucede entre personas, sino en la relación diferencial respecto a otros signos. El intercambio ya no sucede entre personas, sino que son los objetos mismos los que se cambian con la persona como vehículo, autonomizándose como signos diferenciales que generan las expectativas de lo que debe ser consumido. La lógica de consumo no es positiva, sino negativa, a lo que aspiro y no tengo. Pero esta lógica no se realiza a nivel operativo con el objeto, sino a nivel de signos diferenciales. Existe por tanto un proceso de deshumanización bajo una coacción estructural, total, del código que impone la vida en sociedad.

El fetichismo de la mercancía es la interiorización de las normas y valores de cambio, adquieriendo propiedades mágicas como las fuerzas del mana y el animismo proyectado a objetos de las sociedades primitivas. Al igual que en estas sociedades primitivas, los objetos contemporáneos igualmente dan felicidad, prestigio, placer, etc, en forma de proyección fetichista. El fantasma tribal de los valores perdidos en la sociedad moderna, el tótem, se manifiesta en forma de tatuaje de un símbolo de moda que haya pasado por la cabeza, o con algún objeto que adquiere propiedades mágicas de status proyectado, moda espiritual, "autenticidad", etc. El fetichismo no se produce por el anhelo de un objeto, lo que anhela la persona es la proyección del cifrado. El deseo del individuo no se encuentra dentro de él, sino fuera de él, en el sistema de signos que fetichiza las cosas. El fetiche es en realidad negativo, el individuo enajenado y vaciado en una estructura productiva y de intercambio de fetiches sistematizados. No es un producto u otro, sino el sistema que enajena a la persona. Por encima del valor económico, hay un valor de código, de signo, una magia de una comunidad selectiva a la que se quiere pertenecer. No es lo económico el eje central, el sistema de signos atraviesa toda clase social. Todo el mundo entra en el juego de signos, en toda economía, de ahí la dominación total.

Los objetos se vacían de realidad material, y se inflan de fetichismo, en un "narcisismo dirigido". Hay una artificialidad total del signo, y se generaliza el valor de cambio-signo. Ya no existe la reciprocidad, sino una ingeniería social mecanizada hacia el consumo. Cabe preguntarse utilidad para qué, entrando en el concepto de lo instrumental de Horkheimer. No existe una diferenciación entre valor de uso y de cambio estricta como pretendió Marx. La razón la encontramos en el hecho de que la utilidad y la funcionalidad dependen del sistema general de reglas, del código, que regulan la relación entre sujeto y objeto. Hay aquí dos fetichismos y no uno, dado que la propia utilidad es una racionalización, el objeto es funcionalidad-racionalidad. Quizás ni se utilice, lo importante es que es "funcional" como signo. También como ideología, "racionalizante, reductora, represiva".

El orden social de producción actual, tecnocrático, parte del mito del paraíso terrenal, mediante la realización del individuo. Basta echar un vistazo con los ojos para ver que no mucha gente se está realizando, a pesar te tanto objeto y relación social secularizada para su goce. "La vulgata humanista moderna" dice Braudillard, quiere convencer que el ser humano puede realizarse en las cosas, con su supuesta funcionalidad y racionalidad. Las coacciones impedían un intercambio "natural", racional técnico de los objetos, algo que comenzó con la burguesía. Descargado de vínculo sobre el grupo, la persona puede dedicarse a la actividad de la transformación de la naturaleza secularizada, hacia la racionalidad, utilidad, funcionalidad del objeto, etc, con la ideologia "cada uno y sus necesidades" que supone un idealismo racionalizante que no se sigue de una relación "verdadera" del hombre con la naturaleza. Hay una metafísica de la utilidad del objeto y una metafísica de la necesidad del sujeto. El uso y el cambio no aplican al objeto, sino que la persona es la que adquiere estas relaciones consigo mismo y en la forma de relacionarse con los otros. El valor de uso es la coartada del valor de cambio, lo racionaliza, moraliza y humaniza. El individuo se percibe a sí mismo como instrumento que se autolegitima en su apropiación de necesidades y satisfaciones, lo cual se integra perfectamente en este sistema de mercancía, en el que los otros solo son proveedores de objetos o valor hedónico.

"El individuo es una estructura ideológica, una forma histórica". Hay un finalismo en el código, en el que las personas se relacionan con los objetos según una moralidad, ley divina, o ley técnica y racional del cambio-signo, etc. El código genera la consciencia con la que se opera la materia y no al revés como proponen los materialistas de toda clase, sean marxistas, socialistas, o capitalistas de la necesidad subjetiva. No solo hay una sistemática de producción de mercancías, sino una sistemática de consciencias operando con un mismo código a través de símbolos. Ambos se unen en una misma lógica.

Código y coacción

El dominio del signo se ejerce mediante el monopolio del código para Baudrillard. Más que la propiedad de los medios de producción, es la estructura de los medios de construcción de significado. El signo no existe separado de la economía política, por lo que tampoco puede estudiarse desde un dominio "cultural", como si lo cultural flotara en otra dimensión como un fantasma salido de ninguna parte. Lo cultural no es externo, forma parte del sistema de producción y debe analizarse conjuntamente dentro de la economía política.

La jerarquía de signos diferenciales supone la integración en las personas de las normas sociales, lo cual "constituye la forma decisiva, fundamental, de control social", por encima de cualquier supuesta ideología. Hay más código social que cálculo económico en las relaciones estructuradas de intercambio. El sentido no surge de este cálculo, sino de la estructura social de signos. El empirismo sociológico y económico suponen para Baudrillard una distorsión de la realidad. No existe consumo porque existe una "necesidad" de consumir. No existe esa "necesidad" en un sentido natural, y tampoco cultural. Cuando científicos sociales y antropólogos asumen una visión inmaterial, idealista, culturalista, es decir, la necesidad es el producto creado por la cultura, en realidad se está creando una segunda naturaleza de esa "necesidad", pasando de la necesidad "natural" a la necesidad "cultural". La cuestión para Baudrillard es que no hay ninguna necesidad en el objeto, ni natural, ni culturalmente construida. Si hay una necesidad en la vida en un grupo, esa es la de actuar en un sistema de intercambios y de relaciones para sobrevivir. Desde Marx a Marcuse, la técnica y la producción es liberadora, pero hay que liberarla de valor de cambio a valor de uso. Lo central no es el objeto, tampoco la persona, sino el sistema de intercambios creado. La vida, la conducta de las personas, es determinada por la producción social de diferencias como signo e intercambios. Esto determina también la consciencia, la psicología, la ética, etc.

"La moda es lo más inexplicable que existe". Puede entenderse como coacción de signos, producción continua de sentidos. Coartada racionalizante de un proceso que no es positivo, sino negativo: la devaluación de lo anterior para crear otro ciclo de consumo de lo siguiente. Lo que es más difícil de explicar es la fascinación de las personas por la moda. El proceso neurótico es contrario a lo bello, pues lo realmente bello es permanente, y pondría fin a la moda. La moda se hace bello como signo de status. Solo el status produce semejante inercia en la que lo actual es bello y lo anterior es fealdad programada vía depreciación del estatus. Dice proféticamente Baudrillard ¿se imaginan unas leyes que nos obligaran a cambiar de coche cada dos años?. Pues esta es casi nuestra realidad hoy. Porque resulta que se cuida el medio ambiente, en lugar de consumiendo menos, consumiendo más. Magia. La sociedad de consumo debe elaborar una moralidad basada en el consumo. Pensemos en lo que esto supone en nuestro días. Por ejemplo en el ecologismo de cambiar de coche por uno de los nuevos modelos híbridos, como si producirlos no contaminara, como si ir a trabajar para generar ese dinero no contaminara, como si producir esa electricidad no contaminara, y como si no fueran a quedar obsoletos con el próximo funcionalismo diferencial y volver a comprar otro ecológico producto de consumo. El narcisismo del signo se transforma en moralidad, la persona no satisface su deseo de comprar un coche-fetiche, está salvando el mundo. La propia moralidad se convierte en un puro objeto de fetichismo y exhibicionismo. Pero incluso el "recicla" de cada envase es un icono pop, que funciona como signo moral para el individuo y como blanqueamiento de un daño medioambiental irreparable para estados e industria. Su función psicológica es la de transferir la responsabilidad desde la estructura que planifica, decide y produce, hacia el individuo.

Las personas hablan a través de sus objetos, los cuales remiten a una lógica social, estratificación, aculturación, pretensión, etc, en una neurosis de movilidad que nunca termina. Nota Baudrillard que el problema, la discrepancia, la contradicción, son las expectativas irreales respecto de lo que es posible. Entre la dureza del realismo de los hechos, y el irrealismo de la ideología, las expectativas constantes. Esta discrepancia la resuelve el signo presente en el objeto. El mundo privado (subjetivo) y el mundo social no se excluyen el uno al otro, salvo en la imaginación cotidiana. Deseamos lo convertido en signo, que es necesariamente un proceso social. Deseamos lo socialmente deseable (status, deseabilidad a ojos de los demás). Pero la persona se sabe percibida no por la persona, sino por los signos "juzgada por el objeto". La moderna transgresora que se tiñe el pelo de color chillón para demostrar lo "antisistema" que es no hace nada diferente al conformista que compra ropa cara. Ambos se señalizan ante los demás con el signo. La clase media ha interiorizado "los modelos del triunfo social, pero no lo suficiente para dejar de interiorizar simultáneamente su fracaso". Vive particularmente anclado en la neurosis de movilidad. El status duradero de las sociedades de castas, incluso de las sociedades de clase en sentido marxista, es ahora el status voluble y neurótico por tener que significar el cambio social. Aparenta una movilidad social que no existe realmente. Solo es un cambio neurótico de discursos, ornamentos, etc.

No hay "necesidad" en sentido socialista ni comunista, ni tampoco "deseo subjetivo" en sentido liberal. No hay un sistema que produce "según las necesidades", tampoco libertad de mercado, sino una coacción de consumo que legitima el orden de producción. Es lo que no entienden las dos principales visiones centradas en la propiedad de la producción. "Pública" o privada, sigue siendo un hecho coactivo decidido por estructuras de poder que deciden el orden de producción. La "liberación" que quieran producir unos u otros no puede eludir el hecho de que finaliza en otro sistema de producción dirigido por una minoría de personas. La única clase es el consumidor, con más o menos poder adquisitivo. Incluso los que puedan vivir de ayudas sociales son fundamentalmente consumidores. Los que planifican y deciden son la otra clase. El orden tecnocrático es la necesidad de innovar, y la necesidad de no cambiar nada del orden fundamental. El nuevo universal no es religioso, ni humanista secular. El universal es el consumo.

Corregir las desigualdades sociales como coartada de la Ideología de consumo

Hay un finalismo subyacente bajo la mitología de "las necesidades", que no tiene nada de inocente, nos dice Baudrillard. Bienes, servicios, objetos, se venden en el humanismo democrático como coartada de la satisfación de necesidades naturales, humanas, universales. Esta esencialidad de la necesidad es un mito, una ideología y una coartada. No es el hombre el que tiene necesidades, es el sistema el que las produce, siendo autorreferencial con los símbolos y códigos que produce hacia sí. La ciencia económica habla de "necesidad" en sus cálculos, concepto que es un mero soporte ideológico, dado que lo que se produce es una demanda impuesta por el código social de signos. Toda espontaneidad de la "necesidad" es la misma espontaneidad hacia el mana de las sociedades primitivas. Así, dice Baudrillard la gente tiene necesidad "a posteriori y como milagrosamente de aquello que se ha producido y se ofrece en el mercado". La "necesidad" es la reproducción de la fuerza de trabajo, el mantenimiento de la tasa de crecimiento y la plusvalía, no un romántico interés en la libertad individual. La única "necesidad" es la del sistema. El propio principio de placer está atrapado por la planificación de la producción, por el signo, pero también lo está el superyo. No existe un hombre frente a sus propias necesidades que se realiza como individuo. "El mínimo vital hoy"... dice Baudrillard, "es el mínimo de consumo impuesto".

Desde el concepto de "necesidad" se pasa de una economía industrial que produce cosas, a una economía política que planifica más que la producción el consumo, mediante un criterio de "crecimiento", asegurando con ello la reproducción del orden dominante. "Corregir desigualdades sociales" hace que se diseñe más y más consumo, para generar más y más producción para poder satisfacer "las necesidades". Esto oculta la lógica y la finalidad interna, operatoria, real, del orden de producción. La solidaridad forzosa de las sociedades occidentales tiene como principal finalidad coaccionar en el consumo, creando con ello una ideología de consumo que reproduce el orden dominante. El consumo es el mecanismo preciso de poder, nos dice Baudrillard. La maximización del consumo es necesario para la maximización de la producción, y con ello el enriquecimiento y el aumento de poder político del orden dominante. Los "ideólogos del consumo", nos dirán "que tiene por función corregir las desigualdades sociales", dice un Baudrillard que no se cree ese discurso que tanto ha calado. Unos y otros surgen para racionalizar el sistema "de determinada estructura de productividad monopolística, de una economía totalitaria (capitalista o socialista)". Misma táctica de la "necesidad" que usa la biomedicina por cierto.

La evolución del capitalismo hace que el trabajador pase de "fuerza de trabajo" a "fuerza de consumo". Es decir, el interés ya no está en que el individuo sea trabajador del sistema de producción de objetos, sino que debe ante todo consumirlos. Para garantizar el consumo se utiliza incluso la deuda y se arruinan los paises. Toda liberalización es una falsa "emancipación dirigida" con fines de explotación competitiva. La moral de consumo sustituye finalmente la moral capitalista de la producción, "se traba con ella en una misma lógica social de la salvación".


Medios de comunicación y poder

Las estructuras de poder han invertido más en la industria de la consciencia que en cualquier otra industria, convirtiéndola no tanto en mercancía, sino sobre todo en una estructura de propaganda. Medios de comunicación, música, cine, universidades, etc. Siguiendo la teoría "el medio es el mensaje" que ya había dejado McLuhan, el problema de los medios no es ser vehículos de cierto tipo de contenido, sino la relación que establecen mediante la propia estructura que separa a productores y consumidores. La estructura genera una forma de relacionarse mediante signos y reproduce un orden de poder. No es un problema de propiedad de los medios, ni de que se emita un discurso u otro. Cambiar un discurso por otro, o un modo de producción (capitalista) por otro (socialista), solo supone cambiar una forma de dominio por otra. La única libertad existente solo puede producirse si se rompe esa relación de poder que se ejerce estructuralmente, el monopolio de la palabra que bloquea (o dirige) la posibilidad de respuesta, imponiendo un sistema de dominio.

La arquitectura de los medios es "lo que veda para siempre la respuesta". La comunicación es excluyente en su estructura de comunicar, ejerciendo así su violencia, e imponiendo el mensaje, o al menos el mensaje permitido. Esto lo escribe Baudrillard en 1972, explica perfectamente el diseño de las redes sociales en 2024. El que hable de lo inconveniente es censurado, de manera más o menos explícita (eliminación de cuenta vs shadow banning, etc). Internet amenazaba con democratizar las comunicaciones, por tanto, había que censurarlo, como lo está hoy. La red es un espacio virtualmente infinito, por el peligro de la democratización de la comunicación, habia que construir estructuras para asegurar que el discurso en internet pasaba por 4 o 5 espacios donde estuviera controlado. Si bien no son estrictamente intransitivos como la televisión, se obliga por diseño a responder de cierta manera, se ejerce la vigilancia y control de todas las personas dentro del sistema que controlan un puñado de estructuras, controladas a su vez por el estado. Se controla a cuantas personas alcanza cada cuenta, se decide a dedo a quien se silencia por "desinformador", y a quien se censura a placer ("algoritmos"). Las redes sociales son lo que son: un producto de ingeniería para controlar el discurso. Tanto aquello que se hace visible, o "trending", como respuesta es una comunicación dirigida por estructura y con "algoritmos". Vislumbraba Baudrillard un "totalitarismo descentralizado". Pero además la conversación deja de ser conversación, y las relaciones entre personas se vuelven transacciones. Las personas dejan de comunicarse, se tratan unas a otras como mercancías para acumular "likes", y las personas no tienen conversaciones genuinas, sino que hablan aquello que les permite recibir atención, instrumentalizándose unas a otras. Y por cierto, han sido las personas las que abandonaron los espacios de libre discusión (el internet de los foros, blogs, etc) para ir en masa a hacer el bobo a las redes sociales, poniéndose las cadenas ellas solas. No hay una "alienación" en sentido marxista, ni "el pueblo" es inocente. Sea el conformista cotidiano, como el "antisistema" del pelo de colorines, el más útil al sistema de todos.

La tecnología hace posible un control total y una censura total, que abarca no solo el discurso, sino la financiación (coacciones a las plataformas de pago online para que cierren cuentas de usuarios incómodos), incluso cierre de plataformas de crowfunding que ayudaban a financiar manifestaciones que no le gustaban al poder. Todo esto se ha hecho fuera del sistema judicial, lo que muestra el colapso del derecho. Lo que estamos viendo son hechos muy graves de persecución por razón política y delito de pensamiento. Es una de las grandes preguntas jurídicas de nuestros tiempos: ¿por que se permite una persecución evidentemente política? ¿Con que derecho estas corporaciones hacen el papel de juez decidiendo quien es culpable de "desinformación"? Hay pruebas de que los estados están utilizando a estas compañías para censurar, un atajo legal para ejercer la censura utilizando a estas compañías como proxis. Estamos en plena distopía, en lo único que fallaron las novelas es que el tecno-estado total no vendría en un lúgubre ambiente, sino entre risas y emojis.

"La escolarización" dice Baudrillard, "se impuso como medio de control social" así como medio de "aculturación de la sociedad industrial". Dado que la clave no es la propiedad de los medios de producción en sentido material, sino el control de la consciencia mediante el dominio de los medios de construcción de significado, perfectamente la educación puede ser "pública". Es más, debe serlo, es una inversión que asegura un consumo total de signos que traspase toda clase, como bien entendieron los ideólogos rusos. Universidades y también asociaciones científicas son en primer lugar instituciones de control del discurso. Pero incluso el museo funciona como legitimador del valor de la "cultura", mediante la legitimización de la institucionalización estatal y "pública" que funciona como autoridad y generadora de cultura como signo. También los congresos y apariciones en medios funcionan como legitimación de signos y de quien tiene el poder para transmitirlos, y quien tiene legitimidad para hablar. Misma táctica utiliza la biomedicina, vendida con el discurso "sanidad pública", infiltrada en toda la sociedad con aquello de la "necesidad". Finalmente, se llega a una aculturación global, total. El neocolonialismo se ejerce en el nombre de enternecedor "multiculturalismo". El mismísimo "guerra es paz" de Orwell. Que las personas no vean la perversión en su misma cara, es más, que les emocione y entusiasme como algo profundo y sensible, muestra el implacable proceso de dominio del signo.

"Casi todo el pensamiento contemporáneo se enreda en falsos problemas".

Comentarios finales

¿Es el control de la producción material lo que genera la consciencia en el sentido simbólico? ¿O es la consciencia simbólica quien determina la relación con el mundo de los objetos y la legitimidad de un sistema de producción? La mercancía es el código mismo, es el medio, el sistema de comunicación entre personas, la regla del juego. La racionalidad se funda sobre la violencia y la exclusión de todo lo que no se somete a la estructura productiva de signos. Las relaciones humanas se someten a la misma lógica del objeto, que destruye con espectativas simbólicas incesantes, produciendo una insatisfacción constante. El marxismo parte de la base de que existe un valor alterado en la contradiccón "uso por cambio", que aliena a las personas de una "verdadera" relación con la naturaleza en un proceso dialéctico entre malvado capital y noble pueblo. Sin embargo, no existe una "libertad" que sea "verdadera", siempre hay un sistema de signos que significa. La necesidad se determina en la regla del código. El deseo o necesidad no se realiza en el signo, sino que se crea en el intercambio de signos señalizando una nueva carencia diferencial. La economía política es una racionalización ideológica bajo la apariencia de la utilidad y de la "objetividad" del positivismo numérico del cálculo utilitario de las "necesidades" (del sistema) vendido como "necesidades de las personas" o "necesidades sociales". La finalidad es la reproducción del sistema, la reproducción de la sociedad de la mercancía.

El objeto es una realidad física, como producto puede tener una función, una estética que es determinado por el sistema de intercambio basado en signos. Ante todo el objeto es un discurso, una aspiración, un significante cultural, que no puede nacer en la necesidad del individuo, sino en su relación de significados con los demás. Lo que comenta Baudrillard es el hecho de la evolución sociocognitiva del cerebro humano. Nuestro cerebro está diseñado para regular nuestra conducta en función de lo que demanda el ambiente y espera el grupo, dado que la supervivencia solo puede serlo en términos de ajuste del individuo con el ambiente, lo cual implica el grupo. El control del discurso está más relacionado con el poder que con la producción en sentido económico. El orden social dominante se disfraza de simpático producto de consumo, o del más altuista servicio público de las "necesidades". Toda la lógica de la contradicción social marxista se ha volatilizado. Pero también es evidente que Baudrillard ve en el socialismo un mismo sistema de coacciones, una estructura que somete al individuo en un sistema productivo. Los reformistas siempre han sido vistos con recelo como oportunos legitimadores del sistema a cambio de migajas, o de la cuota correspondiente.

La separación real de clase no es de renta, es de quien decide lo que se produce, y quien consume lo que se produce. Es decir, poder de decisión, no simplemente renta o posesiones. La renta solo hace mayor o menor consumidor, pero sigue siendo clase consumidora, condenada a consumir lo que le echen. Por ello "la salvación social por el consumo" como llama Baudrillard al espantajo igualitarista, es una falsa moralidad en torno a las "desigualdades" que en realidad justifica el orden social dominante. Una dictadura global necesita una moralidad global que guie la consciencia hacia su propósito, el consumo. La satisfacción de los fetiches pasa a ser una exigencia moral. Así surge el concepto de desigualdad ante el consumo, justicia social del consumo, la inclusividad del consumo, la libertad del consumo, el progreso del consumo, la salvación del medio ambiente mediante el consumo, la democracia del consumo, el igualitarismo del consumo, el progresismo del consumo... Todas las personas son recibidas con los brazos abiertos, sin discriminación de tallas, ni asumir su género, a someterse a la dictadura del objeto. Evidentemente, esta es la moral que promociona el sistema, y son los medios propiedad del sistema productivo quienes emiten incesantemente estos mensajes. Una dictadura global no puede hacerse sin que participen todas las personas de su estructura. El evidente sometimiento planificado del planeta al orden de poder de nuestras sociedades de consumo, y la aculturación global planificada, viene en nombre de enternecedora "inclusividad" y la "multiculturalidad". Alguien tendrá que contar algún día por que la "izquierda" era la más violenta resistencia contra la globalización hasta principios del S XXI, y hoy es su más dócil compañera.

El fetichismo no solo afecta al objeto, sino a la relación entre personas, también de pareja, en cuanto se convierte al otro en un fetiche de satisfación del ego caprichoso, y de aspiraciones personales nunca suficientemente fetichizadas, por ello nunca suficientemente satisfechas. Las redes sociales son un mercado de personas que se exhiben fetichizándose. El amor entre personas se transforma en una ideología, consumista, de mero instrumento de satisfacción hedónica, bajo el disfraz moral marxista de la "liberación" de la "alienación". Hay literatura científica respecto a la salud mental de las personas según su capacidad para mantener relaciones estables, por supuesto, muestra lo contrario de lo que disemina el discurso.

El signo, el dominio de los significados, requiere un código que necesariamente opera como elemento fundamental. Hasta la matematización y cibernetización completa del "tecno-capitalismo" donde el juego de símbolos se intensifica hasta la suplantación empírica por una inundación de significantes de un código que funciona como emulación total. Los mensajes y los significantes suplantan los objetos. "No tendrás nada y serás feliz". A medida que el hombre se convierte en objeto de manipulación, se va convirtiendo en parte del entorno. El ser humano se acaba. Su fase final, como significante, signo en sí mismo, instrucción de un código, un fantasma de consciencia.

Las revoluciones han abusado de la palabra "liberar". Una liberación lo es de todo sistema material y de todo sistema de símbolos condicionante. No existe ninguna liberalización, sino un cambio de un sistema de coacciones materiales y simbólicas por otro. Pero otro grupo de personas tendrán el poder para imponer las coacciones materiales y simbólicas que les interesen para reproducir cierto orden. La democracia sobre el proceso de decisión de una sociedad es un mito, que no pasa de un ritual-espectáculo que no se diferencia en lo más mínimo de cualquier ritualismo tribal, de cualquier creencia de cualquier otra cultura, y de cualquier otro ilusión de control apofénico. La diferencia es la sobredosis de signos, lenguaje y falsas racionalizaciones mecanicistas de la mente del individuo occidental. Lo que entendemos por política son juegos de lenguaje sobre un sistema de procesos que no cambia lo más mínimo en los aspectos esenciales del orden. Las personas parecen entretenerse jugando al lenguaje, el sistema lo sabe, y produce lenguaje.

Contrario a la visión positivista del capitalismo del S XX y de su sucedáneo "estado de bienestar", la acumulación de objetos no implica necesariamente algo bueno en términos de propiedad, o a nivel del control real que las personas tienen del sistema productivo o político. El objeto símbolo se encuentra desde la sociedad primitiva, ritual, de castas. El vacío de significado occidental debe rellenarse igualmente con símbolos, de ahí la llamada desesperada por significarse con el próximo signo fetiche. En su intento de ser diferentes, hacen lo mismo: consumir fetiches, el próximo tatuaje, etc. El triunfalismo del signo en la simulación neurótica es la derrota de la realidad. El deseo de movilidad social se transfiere al signo. En los 90 se cambiaba de coche al no poder cambiar de casa, en 2010 se cambiaba la ropa al no poder cambiar de coche, y hoy las personas cambian la foto de instagram sometidos por la neurosis del signo en su fase avanzada, y el espectáculoà la Debord. La atrofia de la vida produce una inflación del signo. El crecimiento del mundo de signos es el vacío de las personas.

Maximizar el consumo requiere maximizar el capricho (el signo), promocionando por los medios la pluralidad del capricho como ética de vida, y blanqueándolo con ideología populista como método racionalizante. Un problema es que mientras el diagnóstico de muchos autores postmarxistas es bastante mejor de lo que mucha gente interpreta, las soluciones son otra cosa. La mayoría de los teóricos "de izquierdas", ampliamente presentes en universidades y medios de comunicación, llegan todos, todas, y todes, a aquello de "corregir las desigualdades mediante el consumo". Guiño, guiño, codazo.

"La abstracción del código, la racionalidad forzada y el terrorismo de la separación lo rigen. Tal es la objetividad de la ciencia". Jean Baudrillard.

Citar como: Bordallo. A. Revisión de Crítica a la economía política del signo. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_Jean_Baudrillard_Critica_de_la_economia_politica_del_signo

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