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Introducción a la Filosofía de Pierre-Joseph Proudhon
Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865) era hijo un cervecero que se negaba a cobrar por su cerveza mas allá de su coste de producción y los gastos básicos de supervivencia, lo que hizo que Proudhon, a pesar de ayudar con la agricultura y la taberna familiar, no pudiera pagarse ni los libros para asistir a la escuela. Resolver el problema del valor ha sido eje central de todos los sistemas económicos y políticos. Aunque Proudhon es conocido sobre todo por ser el padre del anarquismo, y por su famoso lema ¡la propiedad es un robo!, veremos que su pensamiento es mucho más complejo.
Proudhon pensaba de forma cercana a Marx que la producción era la clave de la política, e incluso que la propia filosofía debía dejar la especulación y limitarse a responder a la organización del hecho económico. Además de poner la tierra y la posesión de los medios de producción en manos de los trabajadores de las distintas comunidades, a diferencia de Marx, Proudhon veía necesario descentralizar el poder político para defenderse del autoritarismo del estado, algo que sucede independientemente de la forma de gobierno de los mismos, poniendo la soberanía bajo un principio federativo y asociativo en las propias comunas y municipios.
Dados sus orígenes campesinos y artesanos, defendió la independencia de las personas y el desarrollo creativo de las mismas para contribuir a sus comunidades, distinta al colectivismo uniforme de la masa obrera, poniéndo énfasis en la unificación de la clase media en lugar de en el proletariado como Marx, siendo a menudo acusado con mala baba de formar parte de la petite bourgeoisie.
Trabajo
La historia de la humanidad es fundamentalmente la historia del trabajo y de la transformación de la naturaleza. Por ello, para Proudhon, toda política, sociología, economía y filosofía deben partir del trabajo como eje central de la actividad humana. Contra la inmaterialidad moral como eje de la sociedad del socialismo utópico (amor, fraternidad...), la praxis a través del trabajo es lo que genera la justicia y el resto de valores como consecuencia de las relaciones materiales en torno a la producción. El trabajo vincula al hombre con la vida, es el objeto en el que se manifiesta la inteligencia humana, es el objeto con el que se manifiesta la solidaridad entre personas, con ello de la comunidad, pero también debe ser la satisfacción personal del individuo.
Proudhon veía en el trabajo el medio de emancipar a las personas y las comunidades, e impedir su sometimiento y sumisión al estado y al capital. La organización del trabajo supone a su vez la decadencia del capital y del poder. La organización social y del trabajo no necesita ningún poder político ni capital ajeno distinto a lo propio de su producción y organización, mito que permanece incuestionado.
Adicionalmente, Proudhon veía en el trabajo no solo una labor mecánica que realiza el trabajador, sino algo elevado en lo que debía manifestarse el espíritu de la persona en un sentido cercano quizás a la eudaimonia griega. Sin embargo, Proudhon también pensaba que las personas no comprendían en profundidad el sentido del trabajo como transformación individual y de la comunidad. Es visible que las personas raramente trabajan fuera de la necesidad de ganar dinero, de algún interés propio.
Dinero
Proudhon defendió el esfuerzo individual y en recoger los frutos del mérito del trabajo de cada uno. Pensaba que el salario debía ser objetivado a nivel empírico en lo que cada persona produce. Esto le separa de otras corrientes anarquistas como las propuestas por Kropotkin o Bakunin, y también del comunismo, aunque Proudhon anticipó el valor trabajo de Marx hablando de tiempo social de producción.
Proudhon critica que si antes se mitificaba el prestigio o la fe, ahora se mitificaba la riqueza y las personas apuestan toda su vida a ella. Logra no obstante ver el maniqueismo que rodea a los comunistas, y expresó que la vileza del hombre no se encuentra simplemente en la clase alta, también en la baja que no busca otra cosa que la persecución de su propio interés. Proudhon defendía la clase media como equilibrio de intereses, a diferencia de Marx que defendía la clase proletaria como lucha de clases. Proudhon llegó a defender el interés de quien pone capital en juego, siempre que éste provenga de los propios productores. Probablemente Proudhon no tenía problema con el crédito en sí, sino con los monopolios capitalistas y la ingeniería del crédito, que acabaría como sabemos con las reservas fraccionarias y la manipulación del tipo de interés, etc, a nivel masivo y global. Es este uso imperialista lo que probablemente preocupaba al autor, no tanto el crédito ni el capital per se.
Libertad
La defensa de la libertad de las personas y el carácter antiautoritario son quizás el fundamento principal en Proudhon. La libertad no debe confundirse con egoísmo, y debe basarse en la reciprocidad, es decir, debe dejarse el mismo espacio de libertad a los otros que a uno mismo. No hay libertad sin la fraternidad como guía, como tampoco puede legitimarse la autoridad y la sumisión del individuo en el nombre de la igualdad. Por otro lado razón y libertad se necesitan mutuamente. No hay libertad sin razón (libertad meramente libidinosa y egoista), ni razón sin libertad (baste como ejemplo la planificación autoritaria que emergía en aquellos mismos años encarnadas en Prusia y Napoleón). Con la libertad sucede que las personas debe asumir la responsabilidad de sus acciones cotidianas. Quizás la alergia a la libertad y el amor por ser supervisados de la mayoría de las personas viene de aquí.
Derecho
Proudhon veía en la justicia la única fuerza capaz de impedir el orden autoritario estatista. Intuía que sin derecho, el individuo quedaría desprotegido ante la arbitrariedad legalista del estado, y solo quedaría autoritarismo, se disfrace con el nombre que se disfrace, bajo la forma de gobierno que se quiera. Es decir, el derecho natural debía prevalecer sobre el derecho positivo de los legalistas. La única manera de frenar el gobierno autoritario y la concentración de poder tanto capitalista como estatista es mediante el contrato voluntario de la libre asociación. El contrato debe ser el medio de regulación de la acción social de los individuos de una comunidad. Proudhon solo pide una cosa: justicia. Bajo esta premisa, el resto se resolverá solo en las comunidades mediante la acción de las personas.
Ya advertía Proudhon sobre la venenosa confusión entre derecho y ley, algo que parece que las personas siguen sin entender bien. La justicia es un hecho social del obligado reconocimiento de la dignidad humana y de la necesidad de reciprocidad, la ley no es derecho, ni garantiza ninguna justicia. El derecho no puede ser un dictado del estado, lo cual supone precisamente la destrucción del mismo y de la justicia. Supone la legitimación del autoritarismo que en todas partes ha resultado en abuso sistemático, sin excepción. La ley supone “para los poderosos y los ricos telas de araña, para los pobres y humildes irrompibles cadenas”. Solo el contrato libre entre personas puede evitar hacer de la ley el arma del estado para su propia concentración de poder, fagocitando con cada nueva ley la soberanía de las personas, y el poder que estas tienen contra el abuso del estado. Sobre Rosseau, le critica no haber comprendido nada en cuanto al contrato social, dado que precisamente el contrato excluye todo contrato impuesto sobre el individuo. Como siempre nos ha recordado Escohotado, la fuerza de la ley debe aplicarse fundamentalmente para que se hagan respetar los contratos voluntarios entre las personas. No hay ninguna justicia sin una orientación moral de la sanción y la reparación, todo lo contrario del penalismo legalista autoritario que se impuso contra la opinión prácticamente unánime de los reformadores sociales del S XIX, y que podemos estudiar en autores como Foucault.
Adicionalmente, las leyes de partida nacen sobre problemas creados por estado y monopolios de capital. Ninguna ley puede reparar los problemas creados por la espuria relación de las personas con el proceso productivo.
La propiedad es un robo
La propiedad es un concepto difícilmente objetivable por aspectos morales, mucho menos en un nivel legislativo o histórico ex post facto. Proudhon no era defensor de la propiedad per se, pero la defendía como forma inevitable de proteger a las personas de los estados y del autoritarismo. Proudhon diferenciaba no obstante la propiedad personal, de uso, de la propiedad de los medios de producción que los capitalistas utilizan protegidos mediante leyes para su explotación por terceros. La posesión de uso contrariamente implica el derecho de usufructo de la tierra que se trabaja, de las herramientas de producción, de la casa donde se vive, etc.
La propiedad de los medios de producción no debía ser ni de los capitalistas ni del estado, sino de los propios trabajadores asociados. Si el capitalismo es injusto, es por obtener rentas no trabajadas en primera persona. La propiedad colectiva es aún más deshumanizada para Proudhon, por lo que eran los trabajadores quienes debían poseer una parte de la compañía en la que trabajaran. Adivinó que el libre comercio internacional acabaría en una "coalición de las aristocracias” y en un imperialismo financiero. Proudhon observo la paradoja de que tanto más abundan las mercancías mas se deprecian, cayendo su valor mercantil, lo que implica la obligación de producir y vender más. Esto ha llevado al consumo ocioso de usar y tirar novedad tras novedad que nos caracteriza hoy, que no es más que una distorsión del sistema productivo ajustada al capricho hedonista que ha suplantado toda forma de espíritu.
Individuo y colectividad
La antinomia de Proudhon se encuentra también en el conflicto entre individuo y colectividad. La razón individual es distinta de la colectiva, pero no puede subordinarse la razón individual a la colectiva puesto que la razón colectiva es a su vez el fruto de la libre expresión de las diferencias individuales, lo cual genera el orden superior de lo colectivo. Por un lado el hombre aislado no produce nada si no recibe primero de la sociedad conocimiento y materias para ser transformadas de forma innovadora para resolver problemas. Por otro lado, la sociedad positiva subordina al individuo a pesar de que toda sociedad no es más que la realización de la actividad de personas físicas como individuos. Adicionalmente, la subordinación de lo individual a lo común supone la justificación del autoritarismo. Lejos de una versión organicista, Proudhon enfatiza la movilidad de forma dinámica e incluso que el equilibrio viene de la oposición de intereses de personas y grupos que operan en condiciones asociativas de forma libre, opuesto al mito de la unicidad de arriba a abajo.
La defensa de la persona como individuo es fundamental en Proudhon. La masa es “infecunda, pasiva”, todo desarrollo proviene de las energías individuales. El contrato social “es una ficción”, dice Proudhon, la cual sirve como eufemismo para justificar de forma autoritaria una especie de derecho divino material sobre las personas, y justificar la necesidad de la existencia del estado opresor, generando con ello una relación entre gobernantes y gobernados que podríamos considerar consustancialmente de clase. Proudhon veía el peligro de cambiar clases económicas por clases políticas. Proudhon no quería someter al individuo a un dictado autoritario en nombre de la igualdad, por lo que habló de solidaridad como punto de equilibrio entre libertad en un sentido meramente egoísta y autoritarismo de la uniformidad con la excusa igualitaria. Le preocupaba más la injusticia del monopolio privilegiado que la desigualdad fruto de las distintas habilidades y esfuerzos de personas que son necesariamente desiguales.
Comunismo
El comunismo es para Proudhon servidumbre y opresión al suprimir la iniciativa individual. También criticaba Proudhon ese entusiasmo por destruir: la familia, el matrimonio, la propiedad, el dinero, la iniciativa, el talento, la libertad, las clases, las relaciones naturales... en lugar de construir. Supone destruir todo lo formado espontáneamente por las comunidades, para imponer un proyecto consustancialmente autoritario en torno a la idea de una tabula rasa. Proudhon nota la ironía de suprimir la propiedad para imponer la comuna que razona "exactamente como el propietario” de la misma. Suprimir al capitalista para imponer el monopolio más monstruoso de la historia en la figura del estado. Y como vio Bakunin, simplemente cambiar unas clases (elites económicas) para imponer otras (élites políticas). Las desigualdades no pueden conducir a una uniformidad impuesta. Esto supone una mera tiranía política.
El comunismo recompensa de igual manera el esfuerzo y la pereza, el vicio y la virtud. Como el socialismo, el comunismo desdeña “los hechos y la crítica”. El comunismo es la dictadura de la vida pública y de la vida privada, lo defninía como el horror al trabajo, la obediencia por el mero temor a la libertad, la religión de la miseria, el hastío de la vida, y como la dictadura del pensamiento. Proudhon veía la misma centralización del absolutismo, donde la única soberanía que le quedaba a las personas era la misma soberanía de masa del absolutismo.
Socialismo
El estado no puede ser legislador, ejecutor, y además pretender ser el empresario, abogando Proudhon por sociedades de trabajadores bajo un principio federativo. El socialismo es un dogma y como tal “niega la experiencia”. Todo lo que realice el estado es más caro de mantener que la producción espontánea de las personas, pues exige una burocracia adicional al trabajador para mantenerlo, y no existe la energía ni el entusiasmo en dicho trabajo de quien realiza las cosas por propia voluntad. Por otro lado, el estado irremediablemente progresará y acabará fagocitando la vida. El socialismo comduce a una "comunidad del mal”, refiriéndose Proudhon a lo que vemos en occidente a causa de la estatización: la formación de una clase gobernante que maneja la economía a su antojo, con total impunidad en sus decisiones de gobierno, impunes ante toda la corrupción y de todo crimen que comete el estado, sus instituciones, y sus burócratas. Acabó viendo en el socialismo y en el ateísmo una especie de religión laica y materialista de ateos.
Proudhon veía en general en los impuestos una confiscación que hacía crecer la burocracia engordando el estado, lo que supone la atrofia proporcional de las comunidades. Un estado no debe endeudarse, pues no puede pagar sus deudas con ninguna producción, salvo poniendo mas impuestos que pagaran las personas con su trabajo. Finalmente el estado utiliza la deuda como coacción a sus ciudadanos como estrategia política para aumentar su confiscación sobre las comunidades, y autoengordarse con el dinero que producen quienes trabajan. La clase burocrática del estado es calificada de improductiva, lo cual no significa productivamente nula, sino confiscatoria, extractiva, negativa en términos productivos y económicos para la comunidad. La burocracia debe, si no desaparecer totalmente, supeditarse a lo productivo y no al revés.
Dar mayor autoridad al estado no conducirá, evidentemente, a ninguna revolución social ni a poner realmente la soberanía en manos de las personas. El estado se convierte así en un mito, la nueva providencia superior. No hay revolución social sin la completa destrucción del Estado.
Anarquía
Proudhon fue el primer anarquista en sentido formal, al menos fue quien utilizó primero la palabra anarquía, cuyo eje es la existencia de productores unidos asociativamente mediante sistemas de libres contratos, que respetan la libertad, la individualidad, y a su vez ponen un freno al imperialismo capitalista y estatista. El poder político y el monopolio productivo producido por el capital es así eliminado, solo hay libres acuerdos formulados en contratos libres y voluntarios. La libertad y la emancipación es vivir libre de coacciones políticas para organizar la producción como cada persona y asociación quiera hacerlo. Esta economía asociativa es el gobierno en sí, descentralizado y autónomo. El resto debe ser derecho, y la ley principal es hacer respetar los contratos siempre que sean libremente pactados en condiciones de igualdad. Sin gobernantes ni funcionarios del estado, simplemente asociaciones cooperativas en su conocido principio mutualista.
Democracia
Proudhon sospechó de la democracia, renegó del parlamento, y se mostró contrario al sufragio repesentativo. No veía más que una aristocracia representativa que perseguía sus propios fines, los cuales las personas que los votaban no podían ni entender. El sufragio universal no hace que los intereses privados y de los estados coincidan con los de las personas, por tanto es una cortina de humo que esconde la no realización de una transformación social real. La política es centralización, y un espectáculo retórico burgués que suplanta las necesarias relaciones materiales necesarias para la libertad y el bienestar de las personas. La soberanía solo puede llegar de la realidad material, de poner los medios de producción en las personas de forma descentralizada, no porque se escriba en ninguna parte que la soberanía pertenece al pueblo, ni mediante la simbología del voto a representantes de gobierno. El mito de la democracia es que el estado no pertenece a las personas que lo habitan, sino que está acaparado por una clase propietaria, del mismo modo que la economía está acaparada por el capital. La única soberanía existente es la de quien tenga en sus manos el trabajo y la producción, y el resto es retórica.
Religión
Su visión de la religión fue ambivalente, no es un simple materialista en antítesis con la trascendencia o el subjetivismo inmaterial. La religion no es para Proudhon una simple superstición, sino algo natural, y la primera búsqueda de dar un sentido del mundo, hizo posible las primeras sociedades, y dio un sentido de unidad y consuelo a las personas. De alguna manera una etapa científica primitiva al estilo de Comte, a la que sucedería la filosofía y finalmente una etapa científica de conocimiento empírico fundamentado en la razón. Sin embargo, a veces Proudhon habla de la inevitable caída de la religión, y otras veces la revive con nostalgia “¡Como supo ennoblecer el trabajo, aliviar las penas, humillar la soberbia del rico y ensalzar la dignidad del pobre!” De alguna manera, pensaba que sin religión existiría una materialidad que acabaría en corrupción. Ve en el Cristianismo no solo una religión, sino una revolución que llevó por primera vez la justicia a las personas y no a los poderosos, reclamando la igualdad de todos los hombres ante Dios. Era la primera vez que se ponía el foco en los siervos y no en los señores. Aunque también criticaba que en todo tiempo el sacerdote se había puesto al lado del poderoso, poniendo de manifiesto una frecuente ambivalencia consistente con su visión peculiar de que existe casi una dialéctica consustancial a todo fenómeno en sí mismo, no por oposición a otro.
No se le escapó a Proudhon que el gobierno es la nueva religión del pueblo, las personas buscan en los gobernantes su paz interior. Por otro lado hizo ver que los propios estudiosos de las Escrituras fueron enemigos de Dios y la religión tratando de interpretarla racionalmente. El progreso es el motor de Proudhon, contra la inmovilidad del hombre religioso, conduciendo a la propia teleología cientista del paraiso material, que implican ideas totalizantes de progreso y humanidad como un organo superior, algo contradictorio con sus principios más básicos. Adicionalmente, también nos avisó del peligro del cientismo y del mundo mecánico.
Ciencia
Proudhon dejó pinceladas sobre el peligro cientifista y de la tecnología. “De una forma u otra, el hombre es el esclavo de la máquina, de la máquina que ha inventado y construido con sus manos. Cuanto más desarrollamos a nuestro alrededor la mecánica, más multiplicamos nuestra servidumbre”. Como Bakunin, vio el peligro de la aristocracia científica. "Nuestros doctores se muestran tan impertinentes con lo poco que saben, y niegan tan imprudentemente los hechos que le estorban, a fin de proteger las opiniones que explotan, por lo que yo desconfío a la verdad de esos espíritus fuertes, tanto como de las supersticiones”. Proudhon reflexionó en profundidad sobre idea y materia para fundamentar su filosofía política, lo que le llevó a dar muestras de lucidez respecto a las propias ciencias. Definió la ciencia como un equilibrio entre la razón y la experiencia.
Sobre la riqueza, Proudhon veía su peligro. El bienestar sería peor que la propia corrupción, y terminaría degenerando en servidumbre. El conductismo nos enseñó que las ratas que activan su sistema de recompensa mediante una descarga eléctrica tirando de una palanca, abandonaban toda su vida para autioestimularse activando las palancas, muriendo con ello. Asistimos a la producción masiva de productos de ingeniería de la ociosidad y el hedonismo que esclavizan a las personas mediante la excitación del sistema nervioso. Que esta sería la forma moderna que el estado utilizaría para crear una esclavitud de ingeniería lo describió Huxley hace un siglo.
Filosofía
La filosofía de Proudhon debe entenderse en el contexto del espíritu empiricista que dominó el S XIX, sumado a los fuertes cambios materiales en lo productivo y político. Proudhon piensa en que las cosas emergen de forma espontanea y no planificada desde arriba mediante inteligencia. La sociedad debe ser espontanea, no teorica, no un sistema. El orden existe antes que los planificadores sociales, los intelectuales, etc.
La filosofía de Proudhon es distinta a la dialéctica hegeliana. No pueden conciliarse en una simple unidad intereses heterogéneos que necesitan un equilibrio. Por ello Proudhon se acerca a la antinomia kantiana en oposición a la dialéctica hegeliana de la negación mediante antítesis. No existe una síntesis, sino más bien un equilibrio de intereses que debe darse. No hay 3 términos en un sentido hegeliano, sino dos, y nunca se resuelve, tan solo llega un equilibrio de la acción opuesta de ambos. Un término no excluye a otro, y lo positivo y lo negativo coexiste en realidad en todo fenómeno, no en unos fenómenos contra otros. Proudhon no tiene problema alguno en desarrollar los aspectos positivos y a la vez negativos de todas sus visiones, a menudo de forma un tanto confusa.
Proudhon atiza a la filosofía, denominándola “método ilusorio” por ir desde principios generales a particulares. La ciencia de la época y cierto espíritu de la época basado en una dialéctica entre lo inmaterial y lo material, pedían un mayor inductivismo empiricista que diera cuenta de la realidad social y productiva de como garantizarse el pan. La certeza implica retirar el discurso filosófico. El mayor obstáculo para la ciencia "después de la religión, es la filosofía”. Las palabras, elementos conceptuales secundarios asumidos como causas, de las cuales a su vez derivan secundariamente unas afirmaciones sobre otras, no pueden para Proudhon acercar al conocimiento de las causas primeras de la realidad.
Sin embargo Proudhon, altamente influido por la filosofía kantiana, niega la materia al no ser directamente cognoscible. La materia y el espíritu son ambos la base de toda la filosofía, pero ambas nos son desconocidas por igual. No conocemos la substancia de la materia, solo su forma cuando las sensaciones alcanzan lo cognoscible que es el espíritu que ahora llamaríamos consciencia. Por tanto los hechos empíricos solo son manifestaciones de ideas.
Concluyendo...
Proudhon tenía un espíritu demasiado libre para la mayoría de las personas, quienes necesitan que alguien les diga lo que deben pensar y hacer desde que se levantan por la mañana. Hizo tambalear la visión autoritaria de socialismo y comunismo, por esto no cayó en gracia en la izquierda. Pero también se mostraba crítico con el imperialismo financiero al que nos abocaría el capitalismo, que conduciría a la dictadura tecnocrática que es nuestra realidad presente y aún más futura. Así que tampoco gustó a los capitalistas, cuya única visión del mundo es un juego con el que ganar dinero. No gusta a los políticos, quienes viven del control social ejerciendo el monopolio de la violencia en forma de leyes y con la fuerza del estado. Demasiado descentralizador para conservadores. Solo un pequeño sector de libertarios le anhelan.
Proudhon no era inmune a su época, respiraba empirismo, estaba en mitad de un floreciente mundo material e intelectual. El espíritu del S XIX, el gran mito de este siglo, era la propia idea de progreso racional y técnico, lo que hizo que sobrevalorara no pocos aspectos:
- Sobrevalorar la idea de progreso, y supeditar incluso la moral y la misma verdad a esta misma idea de progreso histórico a là Comte. “El ser humano progresa de continuo hacia la verdad”
- Sobredimensionar el papel de la razón en la sociedad futura, que hereda de la Ilustración.
- Sobrevalorar la necesidad de libertad del ser humano, el cual prefiere vivir supervisado sacrificando su libertad por una falsa percepción de seguridad. El pan y circo romano permanece inquebrantable por mucho que le pese a Proudhon. Las personas venden su soberanía por una alpaca de alfalfa.
- Sobrevalorar el papel de una ciencia objetivada en sí misma, infravalorando el papel de la reflexión filosófica que él mismo realiza de forma valiosa.
- Infravalorar el poder de control social de una minoría sobre la consciencia de la mayoría de las personas.
Marx predijo que las contradicciones del capitalismo conducirían al comunismo, errando claramente. Proudhon predijo que el capitalismo conduciría al imperialismo financiero, acertando de pleno. Falló ante todo en sobrevalorar la necesidad de libertad de la mayoría de las personas, que prefieren vivir en un establo, y en ver la razón heredada de la Ilustración como guía de la sociedad. Las personas no tienen un gran interés por entender el mundo en el que viven, lo que muestra que muy poca gente busca más allá de su propia comodidad, alejado de aquel ciudadano filósofo platónico que busca comprender e iluminar.
La visión clásica del socialismo se fundamenta la oposición entre la clase trabajadora y el capitalista como propietario que roba valor a la producción al ser un mero rentista que no realiza el trabajo. Proudhon hace notar: ¿por que iba tener derecho a una ganancia el rentista que no la ha trabajado?. Proudhon muestra las contradicciones. Si se asume que el capital roba valor, no puede eludirse el hecho de que el impuesto del estado lo hace aún más. ¿Acaso hay mayor rentista que el estado que expolia y confisca con impuestos y deuda esa misma producción que realizan los trabajadores? ¿Acaso no son los primeros rentistas los subvencionados y aspirantes a paguiteros que impulsa la nueva izquierda de colorines, la cual oportunamente ha suplantado a la izquierda trabajadora? Que ironía más oportuna todo.
“¡Gratuita! Querreís decir pagada por el estado. ¿Pero quién paga al estado?. El pueblo". Pierre-Joseph Proudhon.
Proudhon pensaba de forma cercana a Marx que la producción era la clave de la política, e incluso que la propia filosofía debía dejar la especulación y limitarse a responder a la organización del hecho económico. Además de poner la tierra y la posesión de los medios de producción en manos de los trabajadores de las distintas comunidades, a diferencia de Marx, Proudhon veía necesario descentralizar el poder político para defenderse del autoritarismo del estado, algo que sucede independientemente de la forma de gobierno de los mismos, poniendo la soberanía bajo un principio federativo y asociativo en las propias comunas y municipios.
Dados sus orígenes campesinos y artesanos, defendió la independencia de las personas y el desarrollo creativo de las mismas para contribuir a sus comunidades, distinta al colectivismo uniforme de la masa obrera, poniéndo énfasis en la unificación de la clase media en lugar de en el proletariado como Marx, siendo a menudo acusado con mala baba de formar parte de la petite bourgeoisie.
Trabajo
La historia de la humanidad es fundamentalmente la historia del trabajo y de la transformación de la naturaleza. Por ello, para Proudhon, toda política, sociología, economía y filosofía deben partir del trabajo como eje central de la actividad humana. Contra la inmaterialidad moral como eje de la sociedad del socialismo utópico (amor, fraternidad...), la praxis a través del trabajo es lo que genera la justicia y el resto de valores como consecuencia de las relaciones materiales en torno a la producción. El trabajo vincula al hombre con la vida, es el objeto en el que se manifiesta la inteligencia humana, es el objeto con el que se manifiesta la solidaridad entre personas, con ello de la comunidad, pero también debe ser la satisfacción personal del individuo.
Proudhon veía en el trabajo el medio de emancipar a las personas y las comunidades, e impedir su sometimiento y sumisión al estado y al capital. La organización del trabajo supone a su vez la decadencia del capital y del poder. La organización social y del trabajo no necesita ningún poder político ni capital ajeno distinto a lo propio de su producción y organización, mito que permanece incuestionado.
Adicionalmente, Proudhon veía en el trabajo no solo una labor mecánica que realiza el trabajador, sino algo elevado en lo que debía manifestarse el espíritu de la persona en un sentido cercano quizás a la eudaimonia griega. Sin embargo, Proudhon también pensaba que las personas no comprendían en profundidad el sentido del trabajo como transformación individual y de la comunidad. Es visible que las personas raramente trabajan fuera de la necesidad de ganar dinero, de algún interés propio.
Dinero
Proudhon defendió el esfuerzo individual y en recoger los frutos del mérito del trabajo de cada uno. Pensaba que el salario debía ser objetivado a nivel empírico en lo que cada persona produce. Esto le separa de otras corrientes anarquistas como las propuestas por Kropotkin o Bakunin, y también del comunismo, aunque Proudhon anticipó el valor trabajo de Marx hablando de tiempo social de producción.
Proudhon critica que si antes se mitificaba el prestigio o la fe, ahora se mitificaba la riqueza y las personas apuestan toda su vida a ella. Logra no obstante ver el maniqueismo que rodea a los comunistas, y expresó que la vileza del hombre no se encuentra simplemente en la clase alta, también en la baja que no busca otra cosa que la persecución de su propio interés. Proudhon defendía la clase media como equilibrio de intereses, a diferencia de Marx que defendía la clase proletaria como lucha de clases. Proudhon llegó a defender el interés de quien pone capital en juego, siempre que éste provenga de los propios productores. Probablemente Proudhon no tenía problema con el crédito en sí, sino con los monopolios capitalistas y la ingeniería del crédito, que acabaría como sabemos con las reservas fraccionarias y la manipulación del tipo de interés, etc, a nivel masivo y global. Es este uso imperialista lo que probablemente preocupaba al autor, no tanto el crédito ni el capital per se.
Libertad
La defensa de la libertad de las personas y el carácter antiautoritario son quizás el fundamento principal en Proudhon. La libertad no debe confundirse con egoísmo, y debe basarse en la reciprocidad, es decir, debe dejarse el mismo espacio de libertad a los otros que a uno mismo. No hay libertad sin la fraternidad como guía, como tampoco puede legitimarse la autoridad y la sumisión del individuo en el nombre de la igualdad. Por otro lado razón y libertad se necesitan mutuamente. No hay libertad sin razón (libertad meramente libidinosa y egoista), ni razón sin libertad (baste como ejemplo la planificación autoritaria que emergía en aquellos mismos años encarnadas en Prusia y Napoleón). Con la libertad sucede que las personas debe asumir la responsabilidad de sus acciones cotidianas. Quizás la alergia a la libertad y el amor por ser supervisados de la mayoría de las personas viene de aquí.
Derecho
Proudhon veía en la justicia la única fuerza capaz de impedir el orden autoritario estatista. Intuía que sin derecho, el individuo quedaría desprotegido ante la arbitrariedad legalista del estado, y solo quedaría autoritarismo, se disfrace con el nombre que se disfrace, bajo la forma de gobierno que se quiera. Es decir, el derecho natural debía prevalecer sobre el derecho positivo de los legalistas. La única manera de frenar el gobierno autoritario y la concentración de poder tanto capitalista como estatista es mediante el contrato voluntario de la libre asociación. El contrato debe ser el medio de regulación de la acción social de los individuos de una comunidad. Proudhon solo pide una cosa: justicia. Bajo esta premisa, el resto se resolverá solo en las comunidades mediante la acción de las personas.
Ya advertía Proudhon sobre la venenosa confusión entre derecho y ley, algo que parece que las personas siguen sin entender bien. La justicia es un hecho social del obligado reconocimiento de la dignidad humana y de la necesidad de reciprocidad, la ley no es derecho, ni garantiza ninguna justicia. El derecho no puede ser un dictado del estado, lo cual supone precisamente la destrucción del mismo y de la justicia. Supone la legitimación del autoritarismo que en todas partes ha resultado en abuso sistemático, sin excepción. La ley supone “para los poderosos y los ricos telas de araña, para los pobres y humildes irrompibles cadenas”. Solo el contrato libre entre personas puede evitar hacer de la ley el arma del estado para su propia concentración de poder, fagocitando con cada nueva ley la soberanía de las personas, y el poder que estas tienen contra el abuso del estado. Sobre Rosseau, le critica no haber comprendido nada en cuanto al contrato social, dado que precisamente el contrato excluye todo contrato impuesto sobre el individuo. Como siempre nos ha recordado Escohotado, la fuerza de la ley debe aplicarse fundamentalmente para que se hagan respetar los contratos voluntarios entre las personas. No hay ninguna justicia sin una orientación moral de la sanción y la reparación, todo lo contrario del penalismo legalista autoritario que se impuso contra la opinión prácticamente unánime de los reformadores sociales del S XIX, y que podemos estudiar en autores como Foucault.
Adicionalmente, las leyes de partida nacen sobre problemas creados por estado y monopolios de capital. Ninguna ley puede reparar los problemas creados por la espuria relación de las personas con el proceso productivo.
La propiedad es un robo
La propiedad es un concepto difícilmente objetivable por aspectos morales, mucho menos en un nivel legislativo o histórico ex post facto. Proudhon no era defensor de la propiedad per se, pero la defendía como forma inevitable de proteger a las personas de los estados y del autoritarismo. Proudhon diferenciaba no obstante la propiedad personal, de uso, de la propiedad de los medios de producción que los capitalistas utilizan protegidos mediante leyes para su explotación por terceros. La posesión de uso contrariamente implica el derecho de usufructo de la tierra que se trabaja, de las herramientas de producción, de la casa donde se vive, etc.
La propiedad de los medios de producción no debía ser ni de los capitalistas ni del estado, sino de los propios trabajadores asociados. Si el capitalismo es injusto, es por obtener rentas no trabajadas en primera persona. La propiedad colectiva es aún más deshumanizada para Proudhon, por lo que eran los trabajadores quienes debían poseer una parte de la compañía en la que trabajaran. Adivinó que el libre comercio internacional acabaría en una "coalición de las aristocracias” y en un imperialismo financiero. Proudhon observo la paradoja de que tanto más abundan las mercancías mas se deprecian, cayendo su valor mercantil, lo que implica la obligación de producir y vender más. Esto ha llevado al consumo ocioso de usar y tirar novedad tras novedad que nos caracteriza hoy, que no es más que una distorsión del sistema productivo ajustada al capricho hedonista que ha suplantado toda forma de espíritu.
Individuo y colectividad
La antinomia de Proudhon se encuentra también en el conflicto entre individuo y colectividad. La razón individual es distinta de la colectiva, pero no puede subordinarse la razón individual a la colectiva puesto que la razón colectiva es a su vez el fruto de la libre expresión de las diferencias individuales, lo cual genera el orden superior de lo colectivo. Por un lado el hombre aislado no produce nada si no recibe primero de la sociedad conocimiento y materias para ser transformadas de forma innovadora para resolver problemas. Por otro lado, la sociedad positiva subordina al individuo a pesar de que toda sociedad no es más que la realización de la actividad de personas físicas como individuos. Adicionalmente, la subordinación de lo individual a lo común supone la justificación del autoritarismo. Lejos de una versión organicista, Proudhon enfatiza la movilidad de forma dinámica e incluso que el equilibrio viene de la oposición de intereses de personas y grupos que operan en condiciones asociativas de forma libre, opuesto al mito de la unicidad de arriba a abajo.
La defensa de la persona como individuo es fundamental en Proudhon. La masa es “infecunda, pasiva”, todo desarrollo proviene de las energías individuales. El contrato social “es una ficción”, dice Proudhon, la cual sirve como eufemismo para justificar de forma autoritaria una especie de derecho divino material sobre las personas, y justificar la necesidad de la existencia del estado opresor, generando con ello una relación entre gobernantes y gobernados que podríamos considerar consustancialmente de clase. Proudhon veía el peligro de cambiar clases económicas por clases políticas. Proudhon no quería someter al individuo a un dictado autoritario en nombre de la igualdad, por lo que habló de solidaridad como punto de equilibrio entre libertad en un sentido meramente egoísta y autoritarismo de la uniformidad con la excusa igualitaria. Le preocupaba más la injusticia del monopolio privilegiado que la desigualdad fruto de las distintas habilidades y esfuerzos de personas que son necesariamente desiguales.
Comunismo
El comunismo es para Proudhon servidumbre y opresión al suprimir la iniciativa individual. También criticaba Proudhon ese entusiasmo por destruir: la familia, el matrimonio, la propiedad, el dinero, la iniciativa, el talento, la libertad, las clases, las relaciones naturales... en lugar de construir. Supone destruir todo lo formado espontáneamente por las comunidades, para imponer un proyecto consustancialmente autoritario en torno a la idea de una tabula rasa. Proudhon nota la ironía de suprimir la propiedad para imponer la comuna que razona "exactamente como el propietario” de la misma. Suprimir al capitalista para imponer el monopolio más monstruoso de la historia en la figura del estado. Y como vio Bakunin, simplemente cambiar unas clases (elites económicas) para imponer otras (élites políticas). Las desigualdades no pueden conducir a una uniformidad impuesta. Esto supone una mera tiranía política.
El comunismo recompensa de igual manera el esfuerzo y la pereza, el vicio y la virtud. Como el socialismo, el comunismo desdeña “los hechos y la crítica”. El comunismo es la dictadura de la vida pública y de la vida privada, lo defninía como el horror al trabajo, la obediencia por el mero temor a la libertad, la religión de la miseria, el hastío de la vida, y como la dictadura del pensamiento. Proudhon veía la misma centralización del absolutismo, donde la única soberanía que le quedaba a las personas era la misma soberanía de masa del absolutismo.
Socialismo
El estado no puede ser legislador, ejecutor, y además pretender ser el empresario, abogando Proudhon por sociedades de trabajadores bajo un principio federativo. El socialismo es un dogma y como tal “niega la experiencia”. Todo lo que realice el estado es más caro de mantener que la producción espontánea de las personas, pues exige una burocracia adicional al trabajador para mantenerlo, y no existe la energía ni el entusiasmo en dicho trabajo de quien realiza las cosas por propia voluntad. Por otro lado, el estado irremediablemente progresará y acabará fagocitando la vida. El socialismo comduce a una "comunidad del mal”, refiriéndose Proudhon a lo que vemos en occidente a causa de la estatización: la formación de una clase gobernante que maneja la economía a su antojo, con total impunidad en sus decisiones de gobierno, impunes ante toda la corrupción y de todo crimen que comete el estado, sus instituciones, y sus burócratas. Acabó viendo en el socialismo y en el ateísmo una especie de religión laica y materialista de ateos.
Proudhon veía en general en los impuestos una confiscación que hacía crecer la burocracia engordando el estado, lo que supone la atrofia proporcional de las comunidades. Un estado no debe endeudarse, pues no puede pagar sus deudas con ninguna producción, salvo poniendo mas impuestos que pagaran las personas con su trabajo. Finalmente el estado utiliza la deuda como coacción a sus ciudadanos como estrategia política para aumentar su confiscación sobre las comunidades, y autoengordarse con el dinero que producen quienes trabajan. La clase burocrática del estado es calificada de improductiva, lo cual no significa productivamente nula, sino confiscatoria, extractiva, negativa en términos productivos y económicos para la comunidad. La burocracia debe, si no desaparecer totalmente, supeditarse a lo productivo y no al revés.
Dar mayor autoridad al estado no conducirá, evidentemente, a ninguna revolución social ni a poner realmente la soberanía en manos de las personas. El estado se convierte así en un mito, la nueva providencia superior. No hay revolución social sin la completa destrucción del Estado.
Anarquía
Proudhon fue el primer anarquista en sentido formal, al menos fue quien utilizó primero la palabra anarquía, cuyo eje es la existencia de productores unidos asociativamente mediante sistemas de libres contratos, que respetan la libertad, la individualidad, y a su vez ponen un freno al imperialismo capitalista y estatista. El poder político y el monopolio productivo producido por el capital es así eliminado, solo hay libres acuerdos formulados en contratos libres y voluntarios. La libertad y la emancipación es vivir libre de coacciones políticas para organizar la producción como cada persona y asociación quiera hacerlo. Esta economía asociativa es el gobierno en sí, descentralizado y autónomo. El resto debe ser derecho, y la ley principal es hacer respetar los contratos siempre que sean libremente pactados en condiciones de igualdad. Sin gobernantes ni funcionarios del estado, simplemente asociaciones cooperativas en su conocido principio mutualista.
Democracia
Proudhon sospechó de la democracia, renegó del parlamento, y se mostró contrario al sufragio repesentativo. No veía más que una aristocracia representativa que perseguía sus propios fines, los cuales las personas que los votaban no podían ni entender. El sufragio universal no hace que los intereses privados y de los estados coincidan con los de las personas, por tanto es una cortina de humo que esconde la no realización de una transformación social real. La política es centralización, y un espectáculo retórico burgués que suplanta las necesarias relaciones materiales necesarias para la libertad y el bienestar de las personas. La soberanía solo puede llegar de la realidad material, de poner los medios de producción en las personas de forma descentralizada, no porque se escriba en ninguna parte que la soberanía pertenece al pueblo, ni mediante la simbología del voto a representantes de gobierno. El mito de la democracia es que el estado no pertenece a las personas que lo habitan, sino que está acaparado por una clase propietaria, del mismo modo que la economía está acaparada por el capital. La única soberanía existente es la de quien tenga en sus manos el trabajo y la producción, y el resto es retórica.
Religión
Su visión de la religión fue ambivalente, no es un simple materialista en antítesis con la trascendencia o el subjetivismo inmaterial. La religion no es para Proudhon una simple superstición, sino algo natural, y la primera búsqueda de dar un sentido del mundo, hizo posible las primeras sociedades, y dio un sentido de unidad y consuelo a las personas. De alguna manera una etapa científica primitiva al estilo de Comte, a la que sucedería la filosofía y finalmente una etapa científica de conocimiento empírico fundamentado en la razón. Sin embargo, a veces Proudhon habla de la inevitable caída de la religión, y otras veces la revive con nostalgia “¡Como supo ennoblecer el trabajo, aliviar las penas, humillar la soberbia del rico y ensalzar la dignidad del pobre!” De alguna manera, pensaba que sin religión existiría una materialidad que acabaría en corrupción. Ve en el Cristianismo no solo una religión, sino una revolución que llevó por primera vez la justicia a las personas y no a los poderosos, reclamando la igualdad de todos los hombres ante Dios. Era la primera vez que se ponía el foco en los siervos y no en los señores. Aunque también criticaba que en todo tiempo el sacerdote se había puesto al lado del poderoso, poniendo de manifiesto una frecuente ambivalencia consistente con su visión peculiar de que existe casi una dialéctica consustancial a todo fenómeno en sí mismo, no por oposición a otro.
No se le escapó a Proudhon que el gobierno es la nueva religión del pueblo, las personas buscan en los gobernantes su paz interior. Por otro lado hizo ver que los propios estudiosos de las Escrituras fueron enemigos de Dios y la religión tratando de interpretarla racionalmente. El progreso es el motor de Proudhon, contra la inmovilidad del hombre religioso, conduciendo a la propia teleología cientista del paraiso material, que implican ideas totalizantes de progreso y humanidad como un organo superior, algo contradictorio con sus principios más básicos. Adicionalmente, también nos avisó del peligro del cientismo y del mundo mecánico.
Ciencia
Proudhon dejó pinceladas sobre el peligro cientifista y de la tecnología. “De una forma u otra, el hombre es el esclavo de la máquina, de la máquina que ha inventado y construido con sus manos. Cuanto más desarrollamos a nuestro alrededor la mecánica, más multiplicamos nuestra servidumbre”. Como Bakunin, vio el peligro de la aristocracia científica. "Nuestros doctores se muestran tan impertinentes con lo poco que saben, y niegan tan imprudentemente los hechos que le estorban, a fin de proteger las opiniones que explotan, por lo que yo desconfío a la verdad de esos espíritus fuertes, tanto como de las supersticiones”. Proudhon reflexionó en profundidad sobre idea y materia para fundamentar su filosofía política, lo que le llevó a dar muestras de lucidez respecto a las propias ciencias. Definió la ciencia como un equilibrio entre la razón y la experiencia.
Sobre la riqueza, Proudhon veía su peligro. El bienestar sería peor que la propia corrupción, y terminaría degenerando en servidumbre. El conductismo nos enseñó que las ratas que activan su sistema de recompensa mediante una descarga eléctrica tirando de una palanca, abandonaban toda su vida para autioestimularse activando las palancas, muriendo con ello. Asistimos a la producción masiva de productos de ingeniería de la ociosidad y el hedonismo que esclavizan a las personas mediante la excitación del sistema nervioso. Que esta sería la forma moderna que el estado utilizaría para crear una esclavitud de ingeniería lo describió Huxley hace un siglo.
Filosofía
La filosofía de Proudhon debe entenderse en el contexto del espíritu empiricista que dominó el S XIX, sumado a los fuertes cambios materiales en lo productivo y político. Proudhon piensa en que las cosas emergen de forma espontanea y no planificada desde arriba mediante inteligencia. La sociedad debe ser espontanea, no teorica, no un sistema. El orden existe antes que los planificadores sociales, los intelectuales, etc.
La filosofía de Proudhon es distinta a la dialéctica hegeliana. No pueden conciliarse en una simple unidad intereses heterogéneos que necesitan un equilibrio. Por ello Proudhon se acerca a la antinomia kantiana en oposición a la dialéctica hegeliana de la negación mediante antítesis. No existe una síntesis, sino más bien un equilibrio de intereses que debe darse. No hay 3 términos en un sentido hegeliano, sino dos, y nunca se resuelve, tan solo llega un equilibrio de la acción opuesta de ambos. Un término no excluye a otro, y lo positivo y lo negativo coexiste en realidad en todo fenómeno, no en unos fenómenos contra otros. Proudhon no tiene problema alguno en desarrollar los aspectos positivos y a la vez negativos de todas sus visiones, a menudo de forma un tanto confusa.
Proudhon atiza a la filosofía, denominándola “método ilusorio” por ir desde principios generales a particulares. La ciencia de la época y cierto espíritu de la época basado en una dialéctica entre lo inmaterial y lo material, pedían un mayor inductivismo empiricista que diera cuenta de la realidad social y productiva de como garantizarse el pan. La certeza implica retirar el discurso filosófico. El mayor obstáculo para la ciencia "después de la religión, es la filosofía”. Las palabras, elementos conceptuales secundarios asumidos como causas, de las cuales a su vez derivan secundariamente unas afirmaciones sobre otras, no pueden para Proudhon acercar al conocimiento de las causas primeras de la realidad.
Sin embargo Proudhon, altamente influido por la filosofía kantiana, niega la materia al no ser directamente cognoscible. La materia y el espíritu son ambos la base de toda la filosofía, pero ambas nos son desconocidas por igual. No conocemos la substancia de la materia, solo su forma cuando las sensaciones alcanzan lo cognoscible que es el espíritu que ahora llamaríamos consciencia. Por tanto los hechos empíricos solo son manifestaciones de ideas.
Concluyendo...
Proudhon tenía un espíritu demasiado libre para la mayoría de las personas, quienes necesitan que alguien les diga lo que deben pensar y hacer desde que se levantan por la mañana. Hizo tambalear la visión autoritaria de socialismo y comunismo, por esto no cayó en gracia en la izquierda. Pero también se mostraba crítico con el imperialismo financiero al que nos abocaría el capitalismo, que conduciría a la dictadura tecnocrática que es nuestra realidad presente y aún más futura. Así que tampoco gustó a los capitalistas, cuya única visión del mundo es un juego con el que ganar dinero. No gusta a los políticos, quienes viven del control social ejerciendo el monopolio de la violencia en forma de leyes y con la fuerza del estado. Demasiado descentralizador para conservadores. Solo un pequeño sector de libertarios le anhelan.
Proudhon no era inmune a su época, respiraba empirismo, estaba en mitad de un floreciente mundo material e intelectual. El espíritu del S XIX, el gran mito de este siglo, era la propia idea de progreso racional y técnico, lo que hizo que sobrevalorara no pocos aspectos:
- Sobrevalorar la idea de progreso, y supeditar incluso la moral y la misma verdad a esta misma idea de progreso histórico a là Comte. “El ser humano progresa de continuo hacia la verdad”
- Sobredimensionar el papel de la razón en la sociedad futura, que hereda de la Ilustración.
- Sobrevalorar la necesidad de libertad del ser humano, el cual prefiere vivir supervisado sacrificando su libertad por una falsa percepción de seguridad. El pan y circo romano permanece inquebrantable por mucho que le pese a Proudhon. Las personas venden su soberanía por una alpaca de alfalfa.
- Sobrevalorar el papel de una ciencia objetivada en sí misma, infravalorando el papel de la reflexión filosófica que él mismo realiza de forma valiosa.
- Infravalorar el poder de control social de una minoría sobre la consciencia de la mayoría de las personas.
Marx predijo que las contradicciones del capitalismo conducirían al comunismo, errando claramente. Proudhon predijo que el capitalismo conduciría al imperialismo financiero, acertando de pleno. Falló ante todo en sobrevalorar la necesidad de libertad de la mayoría de las personas, que prefieren vivir en un establo, y en ver la razón heredada de la Ilustración como guía de la sociedad. Las personas no tienen un gran interés por entender el mundo en el que viven, lo que muestra que muy poca gente busca más allá de su propia comodidad, alejado de aquel ciudadano filósofo platónico que busca comprender e iluminar.
La visión clásica del socialismo se fundamenta la oposición entre la clase trabajadora y el capitalista como propietario que roba valor a la producción al ser un mero rentista que no realiza el trabajo. Proudhon hace notar: ¿por que iba tener derecho a una ganancia el rentista que no la ha trabajado?. Proudhon muestra las contradicciones. Si se asume que el capital roba valor, no puede eludirse el hecho de que el impuesto del estado lo hace aún más. ¿Acaso hay mayor rentista que el estado que expolia y confisca con impuestos y deuda esa misma producción que realizan los trabajadores? ¿Acaso no son los primeros rentistas los subvencionados y aspirantes a paguiteros que impulsa la nueva izquierda de colorines, la cual oportunamente ha suplantado a la izquierda trabajadora? Que ironía más oportuna todo.
“¡Gratuita! Querreís decir pagada por el estado. ¿Pero quién paga al estado?. El pueblo". Pierre-Joseph Proudhon.