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Louis Althusser, La Filosofía como Arma de la Revolución
Para Louis Althusser (1918-1990), la filosofía es fundamentalmente política, y debe entenderse en el contexto del materialismo. Como es sabido, Marx y Engels proponen un socialismo "científico", en contraposición al socialismo "utópico", caracterizado por una visión idealista sustentada en principios morales o jurídicos. Las ideas de anarquistas y reformistas (libertad, igualdad, justicia, fraternidad...) no pueden conducir a un cambio de modelo social y productivo enfrentadas al marco productivo, económico y jurídico burgués. Solo podrían conseguir cierto reformismo, y mejorar las condiciones de los obreros es visto por el marxismo incluso como una táctica burguesa para precisamente reforzar el sistema. El marxismo implica un sistema teórico que busca transformar el modo de producción capitalista y las relaciones de clase que surgen como consecuencia de la misma. En palabras de Lenin, el marxismo "transformó por primera vez el socialismo, de utopía, en una ciencia". Por la misma razón, la ideología, la consciencia obrera, que era utópica, pasa a ser material y objetiva a partir del marxismo. Las protestas obreras que se realicen dentro del sistema burgués, simplemente se dirige a mejoras de las condiciones económicas, pero no a las políticas necesarias para una transformación de la base social y productiva, por lo que dentro del marco sindical y tradeunionista, son incluso contraproducentes para el interés de clase.
La teoría marxista-leninista implica una ciencia (materialismo histórico) y una filosofía (materialismo dialéctico). Esta separación conduce a las divisiones en ramas positivista y subjetivista en la izquierda. La filosofía está ligada a los hechos materiales, en una relación dialéctica, en la cual la filosofía es siempre posterior a lo científico. El idealismo es la esencia de la filosofía burguesa, nos dice Althusser, mientras que una concepción del mundo proletaria debe ser forzosamente material. Antes del materialismo marxista, la filosofía era el espíritu del conocimiento absoluto de Hegel, el cogito de Descartes, y las formas a priori kantianas. Marx veía en la filosofía una interpretación de la historia en relación con Dios, y por tanto, desde una perspectiva material suponía negar la propia historia. Para Marx, la filosofía únicamente podía ser una teoría de la historia del conocimiento que debía recoger las condiciones en las que se producen las distintas prácticas de producción de conocimientos. Lo científico en el marxismo es aquello que produce conocimiento material de transformación de la naturaleza, lo que incluye también las relaciones productivas, economía, etc. El conocimiento para Marx es por tanto la consecuencia de hechos materiales históricos, de la naturaleza histórica. A diferencia de las filosofías clásicas, que no eran capaces de pensarse en su historia, la filosofía en una visión marxista es secundaria a la historia.
El conocimiento y la ciencia no son los meros hechos dados de los que extraer una teoría, sino un proceso dialéctico de transformación entre lo material y lo teórico, separándolo de la dialéctica hegeliana concebida como idealista y teleológico. La filosofía debe dejar de interpretar el mundo, para convertirse en un instrumento para transformarlo. Para ello la filosofía debía adoptar una perspectiva materialista. Pese a que los objetivos finales del marxismo es eliminar las clases, la división de trabajo enajenado, etc, el marxismo recela de verse como humanista. El centro del marxismo es la masa proletaria y una lucha de clases, no el ser humano como individuo y valores éticos idealistas o subjetivos, algo que implica una visión liberal. La visión marxista necesita crear una consciencia del mundo y de las relaciones sociales que son una consecuencia de las relaciones productivas. "El combate filosófico por las palabras es una parte del combate político".
Encontramos en Althusser un análisis del proceso de conocimiento científico. La ciencia no refleja datos inmediatos de la experiencia, ni una práctica produce conocimiento por ella misma. Conocer no es meramente extraer de lo empírico, sino que necesita una práctica teórica, por tanto producir el concepto adecuado al objeto, es decir, teoría sumada al método. Una síntesis por tanto de lo abstracto-formal y de lo empírico concreto. Advierte Althusser que un conocimiento monopolizado por la teoría conduce al dogmatismo, y que igualmente no puede asumirse que las cosas pueden darse dadas empíricamente de forma directa y natural como hechos puros. Una investigación, una observación, una experiencia, etc, solo proporciona materiales sensibles que deberán ser transformados posteriormente en conceptos empíricos, con los que pueden elaborarse unas reglas en forma de método que permiten su interpretación y también su crítica. La teoría es el discurso que permite este conocimiento del objeto. La teoría no puede verse como una mera abstracción, sino que es una construcción en una dialéctica con lo empírico, dentro de un proceso histórico y social. El conocimiento es por tanto un proceso de construcción entre teoría que permite ver, y hechos que son vistos. Es visible que la mayor parte de la crítica que ha recibido el propio marxismo se realiza en el nivel de hechos concretos, no en los principios teóricos abstracto-formales que es lo que debe demostrarse inválido.
La ciencia depende de sus condiciones de producción en primer lugar, y su estudio es necesario para entender la verdadera naturaleza de las cosas. "Entre estas influencias las hay sociales y políticas, que pueden intervenir directamente en la vida de las ciencias, y comprometer muy gravemente el curso de su desarrollo". Algo que bien les valdría comprender a quienes hoy repiten "la ciencia" como una cacatúa neurótica. La ciencia surge ante todo de su cuestionamiento. Alude Althusser a la crisis de la física a la que Lenin dedicó una crítica (empirico-criticismo). El idealismo físico era por supuesto para él un proyecto de la ideología burguesa, como la genética lo era posteriormente para Stalin, como si la única forma de deformar la producción científica es la inmaterialidad, y como si lo inmaterial fuera la causa de la alienación de la sociedad capitalista. Aunque de estos aspectos no nos comenta nada Althusser.
El materialismo histórico sería una ciencia de la historia, de las condiciones bajo las que se genera la transición de unos modos de producción a otros. Marx distinguía una infraestructura económica, y una superestructura jurídico-política, sumada a otra superestructura ideológica. La ciencia de la historia supone la relación entre estos elementos, siendo en último término el nivel económico el más determinante en el desarrollo de una sociedad. El Capital de Marx se centra ante todo en este análisis de lo económico, dejando fuera el análisis de las otras estructuras, y dejando sin construir el materialismo dialéctico, que sería el aspecto filosófico de la teoría marxista, evidentemente incompleto.
En el mundo actual, el economicismo y el industrialismo han conducido a la tecnocracia neopositivista, moralizada con un subjetivismo fenomenológico existencialista, que racionaliza a nivel cognitivo y da una salida emocional infantilizada mediante la satisfacción del ego a un espíritu moribundo, pero que sirve para tapar la desgarradora marcha burocrático-industrial.
La consciencia de la persona no está formada por la verdad científica de las cosas, es decir, las razones del modo de producción y de las relaciones sociales. La consciencia de las personas está formada por una representación ideológica de sí mismo y de los demás en cuanto a su participación en el modo de producción capitalista. Esta representación de la persona no es un conocimiento verdadero, sino una ideología, una falsa concepción de sí mismo y de su participación en el mundo. Las personas no pueden entenderlo desde su práctica cotidiana, dado que los aparatos ideológicos del estado generan representaciones del mundo, formas de la consciencia social, que someten a las personas para que ejecuten las tareas asignadas en el sistema productivo. La ideología probablemente hace menos miserable la vida del explotado al dar un sentido a sus acciones, pero sobre todo, da sentido a las clases dominantes, al dar un sentido de responsabilidad moral que lleva a supervisar y dirigir de forma paternalista a aquellos a quienes explotan, en el nombre de la naturaleza ayer, de la ciencia hoy. La función de la ideología por tanto es la de crear una representación, un relato que legitime las relaciones de clase. Podríamos decir que la función de las estructuras ideológicas del estado no es el conocimiento, sino separar a la persona de la realidad mediante relatos que racionalicen su inserción en el sistema productivo. La ideología es la relación imaginaria que las personas tienen con el sistema en el que viven.
"La opacidad de la estructura social hace necesariamente mítica la representación del mundo". Louis Althusser.
Aunque dice Althusser que la ciencia no puede reemplazar la función social de la ideología, vemos que el cientificismo tecnocrático ha generado una representación de sí mismo como el fin que guía a la sociedad. Este cientificismo subyace la consciencia actual de casi todas las personas, dentro de nuestra estructura política, productiva y financiera fuera de control (y fuera de la consciencia humana). Los discursos dominantes no pueden ser otra cosa que los intereses de la clase dominante disfrazados de falsas moralinas y espectáculos audiovisuales que apelan a reacciones sentimentales superficiales, tanto positivas como negativas (aupa Skinner).
La condición última de la producción capitalista, la más importante, es reproducir las condiciones de producción. Asegurarlas y perpetuarlas. La cuestión de la producción no puede situarse en una empresa, dado que realmente la producción no se realiza allí (toda empresa necesita materias primas producidas a su vez por otras empresas sucesivamente para poder desarrollar su producto en una larga cadena de transformación). Por tanto, el primer condicionante del sistema es asegurarse la sistemática de producción. Esto incluye la mano de obra humana, cuya reproducción se asegura mediante un salario (y mediante el adecuado crecimiento demográfico distorsionado a tal fin si tomamos prestado el concepto de biopolítica de Foucault). El salario no solo es el valor producido por el gasto de la fuerza del trabajo, sino que su función es la de asegurar las condiciones de su reproducción.
El sistema educativo capitalista es el "aparato ideológico escolar", el cual sumado a la "cultura científica", generará una representación ideológica en el individuo de su propio valor como el de un mero sujeto sometido al orden establecido. Tanto los agentes de la producción dominante, como "los sacerdotes del sistema" (se refiere aquí Althusser a los funcionarios), como los agentes de la represión (miembros del aparato jurídico-político), como los diversos ideólogos, y también los explotados, son todos ellos penetrados por el relato de la ideología, para ser sometidos al sistema desde la inercia de su propia consciencia mediante la representación de su papel en el mismo. Ahora bien, la ideología no es unidimensional, sino que se divide e infiltra en la vida de las personas de forma natural a partir de los relatos de las distintas instituciones sociales cotidianas. Aquí podríamos entrar en el concepto de capilaridad de Foucault. Por ello, uno de los efectos de la ideología en el individuo es la creencia de que uno no está sometido a ella. La ideología no obstante no es el producto de una idea existente en la consciencia de las personas, sino que es la consecuencia de los rituales cotidianos impuestos por la ideología dominante en el mundo material, que a su vez responden a la sistemática de sus intereses materiales.
"El estado es una máquina de represión que permite que las clases dominantes aseguren su dominación sobre la clase trabajadora". Su fuerza de ejecución e intervención represiva tiene distintos niveles, desde los más sutiles ("educativos", "culturales", productivos, sindicales, jurídicos...), hasta la fuerza directa policial y militar cuando los anteriores no son suficientes para someter al individuo. Muestra Althusser, como Gramsci, que la distinción público-privado es parte de la ideología burguesa, dado que el dominio del estado está por encima de esta distinción, y más allá del propio derecho. El estado por tanto tiene como función principal la de garantizar la reproducción de las relaciones de producción. Nada más claro que la progresiva transformación del derecho en mero dictado legal de la maquina estatal que fagocita la vida humana, que necesariamente solo puede realizarse entre personas.
"La escuela ha reemplazado a la Iglesia como aparato ideológico dominante". Louis Althusser.
Citar como: Bordallo. A. Revisión de Louis Althusser, La Filosofía como Arma de la Revolución. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/noticia_louis_althusser-la-filosofia-como-arma-de-la-revolucion
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La teoría marxista-leninista implica una ciencia (materialismo histórico) y una filosofía (materialismo dialéctico). Esta separación conduce a las divisiones en ramas positivista y subjetivista en la izquierda. La filosofía está ligada a los hechos materiales, en una relación dialéctica, en la cual la filosofía es siempre posterior a lo científico. El idealismo es la esencia de la filosofía burguesa, nos dice Althusser, mientras que una concepción del mundo proletaria debe ser forzosamente material. Antes del materialismo marxista, la filosofía era el espíritu del conocimiento absoluto de Hegel, el cogito de Descartes, y las formas a priori kantianas. Marx veía en la filosofía una interpretación de la historia en relación con Dios, y por tanto, desde una perspectiva material suponía negar la propia historia. Para Marx, la filosofía únicamente podía ser una teoría de la historia del conocimiento que debía recoger las condiciones en las que se producen las distintas prácticas de producción de conocimientos. Lo científico en el marxismo es aquello que produce conocimiento material de transformación de la naturaleza, lo que incluye también las relaciones productivas, economía, etc. El conocimiento para Marx es por tanto la consecuencia de hechos materiales históricos, de la naturaleza histórica. A diferencia de las filosofías clásicas, que no eran capaces de pensarse en su historia, la filosofía en una visión marxista es secundaria a la historia.
El conocimiento y la ciencia no son los meros hechos dados de los que extraer una teoría, sino un proceso dialéctico de transformación entre lo material y lo teórico, separándolo de la dialéctica hegeliana concebida como idealista y teleológico. La filosofía debe dejar de interpretar el mundo, para convertirse en un instrumento para transformarlo. Para ello la filosofía debía adoptar una perspectiva materialista. Pese a que los objetivos finales del marxismo es eliminar las clases, la división de trabajo enajenado, etc, el marxismo recela de verse como humanista. El centro del marxismo es la masa proletaria y una lucha de clases, no el ser humano como individuo y valores éticos idealistas o subjetivos, algo que implica una visión liberal. La visión marxista necesita crear una consciencia del mundo y de las relaciones sociales que son una consecuencia de las relaciones productivas. "El combate filosófico por las palabras es una parte del combate político".
Encontramos en Althusser un análisis del proceso de conocimiento científico. La ciencia no refleja datos inmediatos de la experiencia, ni una práctica produce conocimiento por ella misma. Conocer no es meramente extraer de lo empírico, sino que necesita una práctica teórica, por tanto producir el concepto adecuado al objeto, es decir, teoría sumada al método. Una síntesis por tanto de lo abstracto-formal y de lo empírico concreto. Advierte Althusser que un conocimiento monopolizado por la teoría conduce al dogmatismo, y que igualmente no puede asumirse que las cosas pueden darse dadas empíricamente de forma directa y natural como hechos puros. Una investigación, una observación, una experiencia, etc, solo proporciona materiales sensibles que deberán ser transformados posteriormente en conceptos empíricos, con los que pueden elaborarse unas reglas en forma de método que permiten su interpretación y también su crítica. La teoría es el discurso que permite este conocimiento del objeto. La teoría no puede verse como una mera abstracción, sino que es una construcción en una dialéctica con lo empírico, dentro de un proceso histórico y social. El conocimiento es por tanto un proceso de construcción entre teoría que permite ver, y hechos que son vistos. Es visible que la mayor parte de la crítica que ha recibido el propio marxismo se realiza en el nivel de hechos concretos, no en los principios teóricos abstracto-formales que es lo que debe demostrarse inválido.
La ciencia depende de sus condiciones de producción en primer lugar, y su estudio es necesario para entender la verdadera naturaleza de las cosas. "Entre estas influencias las hay sociales y políticas, que pueden intervenir directamente en la vida de las ciencias, y comprometer muy gravemente el curso de su desarrollo". Algo que bien les valdría comprender a quienes hoy repiten "la ciencia" como una cacatúa neurótica. La ciencia surge ante todo de su cuestionamiento. Alude Althusser a la crisis de la física a la que Lenin dedicó una crítica (empirico-criticismo). El idealismo físico era por supuesto para él un proyecto de la ideología burguesa, como la genética lo era posteriormente para Stalin, como si la única forma de deformar la producción científica es la inmaterialidad, y como si lo inmaterial fuera la causa de la alienación de la sociedad capitalista. Aunque de estos aspectos no nos comenta nada Althusser.
El materialismo histórico sería una ciencia de la historia, de las condiciones bajo las que se genera la transición de unos modos de producción a otros. Marx distinguía una infraestructura económica, y una superestructura jurídico-política, sumada a otra superestructura ideológica. La ciencia de la historia supone la relación entre estos elementos, siendo en último término el nivel económico el más determinante en el desarrollo de una sociedad. El Capital de Marx se centra ante todo en este análisis de lo económico, dejando fuera el análisis de las otras estructuras, y dejando sin construir el materialismo dialéctico, que sería el aspecto filosófico de la teoría marxista, evidentemente incompleto.
En el mundo actual, el economicismo y el industrialismo han conducido a la tecnocracia neopositivista, moralizada con un subjetivismo fenomenológico existencialista, que racionaliza a nivel cognitivo y da una salida emocional infantilizada mediante la satisfacción del ego a un espíritu moribundo, pero que sirve para tapar la desgarradora marcha burocrático-industrial.
La consciencia de la persona no está formada por la verdad científica de las cosas, es decir, las razones del modo de producción y de las relaciones sociales. La consciencia de las personas está formada por una representación ideológica de sí mismo y de los demás en cuanto a su participación en el modo de producción capitalista. Esta representación de la persona no es un conocimiento verdadero, sino una ideología, una falsa concepción de sí mismo y de su participación en el mundo. Las personas no pueden entenderlo desde su práctica cotidiana, dado que los aparatos ideológicos del estado generan representaciones del mundo, formas de la consciencia social, que someten a las personas para que ejecuten las tareas asignadas en el sistema productivo. La ideología probablemente hace menos miserable la vida del explotado al dar un sentido a sus acciones, pero sobre todo, da sentido a las clases dominantes, al dar un sentido de responsabilidad moral que lleva a supervisar y dirigir de forma paternalista a aquellos a quienes explotan, en el nombre de la naturaleza ayer, de la ciencia hoy. La función de la ideología por tanto es la de crear una representación, un relato que legitime las relaciones de clase. Podríamos decir que la función de las estructuras ideológicas del estado no es el conocimiento, sino separar a la persona de la realidad mediante relatos que racionalicen su inserción en el sistema productivo. La ideología es la relación imaginaria que las personas tienen con el sistema en el que viven.
"La opacidad de la estructura social hace necesariamente mítica la representación del mundo". Louis Althusser.
Aunque dice Althusser que la ciencia no puede reemplazar la función social de la ideología, vemos que el cientificismo tecnocrático ha generado una representación de sí mismo como el fin que guía a la sociedad. Este cientificismo subyace la consciencia actual de casi todas las personas, dentro de nuestra estructura política, productiva y financiera fuera de control (y fuera de la consciencia humana). Los discursos dominantes no pueden ser otra cosa que los intereses de la clase dominante disfrazados de falsas moralinas y espectáculos audiovisuales que apelan a reacciones sentimentales superficiales, tanto positivas como negativas (aupa Skinner).
La condición última de la producción capitalista, la más importante, es reproducir las condiciones de producción. Asegurarlas y perpetuarlas. La cuestión de la producción no puede situarse en una empresa, dado que realmente la producción no se realiza allí (toda empresa necesita materias primas producidas a su vez por otras empresas sucesivamente para poder desarrollar su producto en una larga cadena de transformación). Por tanto, el primer condicionante del sistema es asegurarse la sistemática de producción. Esto incluye la mano de obra humana, cuya reproducción se asegura mediante un salario (y mediante el adecuado crecimiento demográfico distorsionado a tal fin si tomamos prestado el concepto de biopolítica de Foucault). El salario no solo es el valor producido por el gasto de la fuerza del trabajo, sino que su función es la de asegurar las condiciones de su reproducción.
El sistema educativo capitalista es el "aparato ideológico escolar", el cual sumado a la "cultura científica", generará una representación ideológica en el individuo de su propio valor como el de un mero sujeto sometido al orden establecido. Tanto los agentes de la producción dominante, como "los sacerdotes del sistema" (se refiere aquí Althusser a los funcionarios), como los agentes de la represión (miembros del aparato jurídico-político), como los diversos ideólogos, y también los explotados, son todos ellos penetrados por el relato de la ideología, para ser sometidos al sistema desde la inercia de su propia consciencia mediante la representación de su papel en el mismo. Ahora bien, la ideología no es unidimensional, sino que se divide e infiltra en la vida de las personas de forma natural a partir de los relatos de las distintas instituciones sociales cotidianas. Aquí podríamos entrar en el concepto de capilaridad de Foucault. Por ello, uno de los efectos de la ideología en el individuo es la creencia de que uno no está sometido a ella. La ideología no obstante no es el producto de una idea existente en la consciencia de las personas, sino que es la consecuencia de los rituales cotidianos impuestos por la ideología dominante en el mundo material, que a su vez responden a la sistemática de sus intereses materiales.
"El estado es una máquina de represión que permite que las clases dominantes aseguren su dominación sobre la clase trabajadora". Su fuerza de ejecución e intervención represiva tiene distintos niveles, desde los más sutiles ("educativos", "culturales", productivos, sindicales, jurídicos...), hasta la fuerza directa policial y militar cuando los anteriores no son suficientes para someter al individuo. Muestra Althusser, como Gramsci, que la distinción público-privado es parte de la ideología burguesa, dado que el dominio del estado está por encima de esta distinción, y más allá del propio derecho. El estado por tanto tiene como función principal la de garantizar la reproducción de las relaciones de producción. Nada más claro que la progresiva transformación del derecho en mero dictado legal de la maquina estatal que fagocita la vida humana, que necesariamente solo puede realizarse entre personas.
"La escuela ha reemplazado a la Iglesia como aparato ideológico dominante". Louis Althusser.
Citar como: Bordallo. A. Revisión de Louis Althusser, La Filosofía como Arma de la Revolución. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/noticia_louis_althusser-la-filosofia-como-arma-de-la-revolucion
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