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Epícteto, Manual (Equiridion)
Sobre Epicteto (c.50-c.135) no conocemos obras escritas, salvo aquello que anotaba su discípulo Flavio Arriano, quien dejó escrito que trató de apuntar sus enseñanzas palabra por palabra. El estoicismo es una filosofía que está muy lejos del nivel que dejaron Sócrates, Platón y Aristóteles, siendo también menos profunda que el budismo con quien comparte aspectos centrales, como promover la aceptación, el desapego, etc.
"Aquel que quiera ser libre, que no desee nada". Advierte Epícteto contra el empeño de desear que las cosas salgan como uno quiere, en lugar de aceptar "que las cosas suceden como suceden, y tu vida discurrirá apaciblemente". Mientras que el deseo promete la obtención de aquello que se desea, y quien no consigue lo que desea se dice que carece de suerte, Epícteto dice que la persona debe emplear tan solo la motivación, de forma moderada. Solo hay un camino, "el desprecio de lo que no depende de nosotros".
Debe desecharse, nos dice Epícteto, todo lo que esté dirigido a la apariencia y el lujo. Una vez que se ha traspasado la línea, ya no hay límite alguno "primero será un zapato dorado, luego de púrpura, luego adornado con ricos bordados". Igualmente, nos avisa contra confundir lujos y honores con el bien y la virtud. "Cuando veas a alguien que goza de grandes honores, que es muy poderoso o que tiene una excelente reputación por otros motivos, no le consideres un hombre feliz dejándote arrastrar por la impresión". La virtud no está en lo externo de la persona, consistentemente, nos pregunta "¿cómo puedes no ser nadie en ningún lugar si solo debes ser alguien en los asuntos que dependen de tí, y en ellos tienes la posibilidad de ser merecedor del máximo honor?".
Epícteto aconseja guardar silencio y hablar solo lo necesario, no reir descontroladamente, y no criticar, comparar e incluso elogiar a la gente. Ante las dificultades, la persona debe conocer las capacidades que tiene para manejarlas. Algunos comentarios de Epícteto son interesantes desde el punto de vista psicológico "no son las cosas las que preocupan a las personas, sino los juicios que se forman sobre las cosas". Hacer responsables a otros cuando las cosas salen mal, "es un comportamiento típico del que no ha comenzado su aprendizaje; el que lo ha iniciado se culpa a sí mismo; el que lo ha completado ni se echa la culpa a sí mismo, no se la echa a otro". Consistentemente "señales de quien hace progreso; no critica a nadie, no elogia a nadie, no acusa a nadie, no habla de sí mismo como si fuera importante". Ciertamente, podríamos añadir a lo que nos dice Epícteto que pocas cosas delatan la madurez psicológica de una persona como lo hace la propensión a culpar a otros de aquello que no le sale como desea, junto con un infladísimo sentido de la autoimportancia, epidemia psicológica de nuestros días.
Menciona Epícteto otra epidemia de nuestros días, hablando de la vida de quien no hace nada con el alma, "imitas como un mono todo lo que ves", atraído por una cosa tras otra por inercia "has llegado a ese punto sin una reflexión y sin haberlo meditado a fondo, sin un plan y conforme un vano deseo". Aconseja no entregarse "a la desidia y a la pereza" ni pasar "de un propósito a otro". No espera la virtud a quien postpone "día tras día el momento en que comenzarás a ocuparte de tí mismo".
Epícteto habla del sufrimiento que produce el apego hacia las cosas, pero a diferencia del budismo, lo hace de forma notablemente tosca "si besas a tu hijo o a tu mujer, repítete que estas besando a un ser humano, de modo que si se mueren no te supondrá una conmoción".
"¿Qué maestro esperas ahora para encargarle la misión personal que te corresponde a tí?". Epícteto.
Citar como: Bordallo. A. Revisión de Manual (Equiridion), de Epícteto. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_epicteto-manual-equiridion
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"Aquel que quiera ser libre, que no desee nada". Advierte Epícteto contra el empeño de desear que las cosas salgan como uno quiere, en lugar de aceptar "que las cosas suceden como suceden, y tu vida discurrirá apaciblemente". Mientras que el deseo promete la obtención de aquello que se desea, y quien no consigue lo que desea se dice que carece de suerte, Epícteto dice que la persona debe emplear tan solo la motivación, de forma moderada. Solo hay un camino, "el desprecio de lo que no depende de nosotros".
Debe desecharse, nos dice Epícteto, todo lo que esté dirigido a la apariencia y el lujo. Una vez que se ha traspasado la línea, ya no hay límite alguno "primero será un zapato dorado, luego de púrpura, luego adornado con ricos bordados". Igualmente, nos avisa contra confundir lujos y honores con el bien y la virtud. "Cuando veas a alguien que goza de grandes honores, que es muy poderoso o que tiene una excelente reputación por otros motivos, no le consideres un hombre feliz dejándote arrastrar por la impresión". La virtud no está en lo externo de la persona, consistentemente, nos pregunta "¿cómo puedes no ser nadie en ningún lugar si solo debes ser alguien en los asuntos que dependen de tí, y en ellos tienes la posibilidad de ser merecedor del máximo honor?".
Epícteto aconseja guardar silencio y hablar solo lo necesario, no reir descontroladamente, y no criticar, comparar e incluso elogiar a la gente. Ante las dificultades, la persona debe conocer las capacidades que tiene para manejarlas. Algunos comentarios de Epícteto son interesantes desde el punto de vista psicológico "no son las cosas las que preocupan a las personas, sino los juicios que se forman sobre las cosas". Hacer responsables a otros cuando las cosas salen mal, "es un comportamiento típico del que no ha comenzado su aprendizaje; el que lo ha iniciado se culpa a sí mismo; el que lo ha completado ni se echa la culpa a sí mismo, no se la echa a otro". Consistentemente "señales de quien hace progreso; no critica a nadie, no elogia a nadie, no acusa a nadie, no habla de sí mismo como si fuera importante". Ciertamente, podríamos añadir a lo que nos dice Epícteto que pocas cosas delatan la madurez psicológica de una persona como lo hace la propensión a culpar a otros de aquello que no le sale como desea, junto con un infladísimo sentido de la autoimportancia, epidemia psicológica de nuestros días.
Menciona Epícteto otra epidemia de nuestros días, hablando de la vida de quien no hace nada con el alma, "imitas como un mono todo lo que ves", atraído por una cosa tras otra por inercia "has llegado a ese punto sin una reflexión y sin haberlo meditado a fondo, sin un plan y conforme un vano deseo". Aconseja no entregarse "a la desidia y a la pereza" ni pasar "de un propósito a otro". No espera la virtud a quien postpone "día tras día el momento en que comenzarás a ocuparte de tí mismo".
Epícteto habla del sufrimiento que produce el apego hacia las cosas, pero a diferencia del budismo, lo hace de forma notablemente tosca "si besas a tu hijo o a tu mujer, repítete que estas besando a un ser humano, de modo que si se mueren no te supondrá una conmoción".
"¿Qué maestro esperas ahora para encargarle la misión personal que te corresponde a tí?". Epícteto.
Citar como: Bordallo. A. Revisión de Manual (Equiridion), de Epícteto. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_epicteto-manual-equiridion
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