Neurociencia y Psicología
Reducir el uso de pantallas puede mejorar la salud mental de niños y adolescentes
En los últimos años, se ha observado un incremento en los problemas de salud mental en niños y adolescentes, una etapa crítica en la que son particularmente vulnerables a experiencias ambientales adversas. El uso extendido de dispositivos digitales genera dudas sobre sus posibles consecuencias a largo plazo. Aunque estudios previos han sugerido una relación entre el uso excesivo de pantallas y un aumento en los síntomas de depresión, ansiedad y problemas de conducta, los hallazgos no son siempre fáciles de interpretar dado que el efecto sobre la salud mental no depende simplemente de un criterio cuantitativo de uso, sino también del contexto y forma de uso.
Un análisis secundario del estudio SCREENS realizado en Dinamarca (Schmidt-Persson et al., 2024), evaluó los efectos de la reducción del uso de pantallas durante 2 semanas en la salud mental de niños. Se reclutaron más de 180 participantes entre 6 y 10 años, los cuales presentaban un elevado uso de dispositivos electrónicos. Las familias fueron asignadas a un grupo de intervención en el que tanto los niños como al menos un adulto de la familia debían limitar el uso de sus teléfonos y tabletas a 30 minutos diarios para tareas esenciales, limitando adicionalmente el uso de otros dispositivos a un máximo de 3 horas semanales durante su tiempo libre. El grupo de control continuó con sus hábitos de uso habitual de pantallas y dispositivos. La salud mental de los niños fue evaluada a través del cuestionario de fortalezas y dificultades (SDQ), adaptado para cada grupo de edad. Los padres completaron el cuestionario antes y después de la intervención, informando sobre el comportamiento de sus hijos en los seis meses previos y durante las dos semanas de la intervención. Para monitorear el cumplimiento, se instalaron aplicaciones de seguimiento en los dispositivos electrónicos.
Los resultados mostraron que los participantes en el grupo de intervención experimentaron una mejora significativa en los síntomas internalizantes, con menos problemas emocionales y de conducta, y un aumento en el comportamiento prosocial en comparación con el grupo de control. Sin embargo, no se observaron diferencias significativas en los síntomas externalizantes entre los grupos. También se observó una tendencia en la que los niños con mayores dificultades iniciales y un uso más elevado de pantallas se beneficiaban más de la intervención. La adherencia a las restricciones de uso fue alta en la mayoría de los casos.
En conclusión, este estudio sugiere que la reducción del uso de pantallas a corto plazo puede tener un impacto positivo en la salud mental de los niños, especialmente al disminuir las emociones negativas y fomentar un mayor comportamiento prosocial. Los mecanismos que podrían explicar estos cambios incluyen un aumento en la interacción cara a cara, mayor tiempo en familia y una menor exposición a contenidos potencialmente estresantes. Entre los puntos fuertes del estudio se destaca el entorno natural de los participantes, la medición objetiva del uso de pantallas y la baja tasa de abandono. Sin embargo, una limitación importante es que la corta duración de la intervención limita la posibilidad de evaluar la sostenibilidad de los beneficios a largo plazo. La muestra limitada implica que podría no extrapolarse a toda la población. Futuros estudios deberían contemplar intervenciones más prolongadas e incorporar la autoevaluación de los niños junto con la de los padres para obtener una visión más completa de los efectos en la salud mental.
Un análisis secundario del estudio SCREENS realizado en Dinamarca (Schmidt-Persson et al., 2024), evaluó los efectos de la reducción del uso de pantallas durante 2 semanas en la salud mental de niños. Se reclutaron más de 180 participantes entre 6 y 10 años, los cuales presentaban un elevado uso de dispositivos electrónicos. Las familias fueron asignadas a un grupo de intervención en el que tanto los niños como al menos un adulto de la familia debían limitar el uso de sus teléfonos y tabletas a 30 minutos diarios para tareas esenciales, limitando adicionalmente el uso de otros dispositivos a un máximo de 3 horas semanales durante su tiempo libre. El grupo de control continuó con sus hábitos de uso habitual de pantallas y dispositivos. La salud mental de los niños fue evaluada a través del cuestionario de fortalezas y dificultades (SDQ), adaptado para cada grupo de edad. Los padres completaron el cuestionario antes y después de la intervención, informando sobre el comportamiento de sus hijos en los seis meses previos y durante las dos semanas de la intervención. Para monitorear el cumplimiento, se instalaron aplicaciones de seguimiento en los dispositivos electrónicos.
Los resultados mostraron que los participantes en el grupo de intervención experimentaron una mejora significativa en los síntomas internalizantes, con menos problemas emocionales y de conducta, y un aumento en el comportamiento prosocial en comparación con el grupo de control. Sin embargo, no se observaron diferencias significativas en los síntomas externalizantes entre los grupos. También se observó una tendencia en la que los niños con mayores dificultades iniciales y un uso más elevado de pantallas se beneficiaban más de la intervención. La adherencia a las restricciones de uso fue alta en la mayoría de los casos.
En conclusión, este estudio sugiere que la reducción del uso de pantallas a corto plazo puede tener un impacto positivo en la salud mental de los niños, especialmente al disminuir las emociones negativas y fomentar un mayor comportamiento prosocial. Los mecanismos que podrían explicar estos cambios incluyen un aumento en la interacción cara a cara, mayor tiempo en familia y una menor exposición a contenidos potencialmente estresantes. Entre los puntos fuertes del estudio se destaca el entorno natural de los participantes, la medición objetiva del uso de pantallas y la baja tasa de abandono. Sin embargo, una limitación importante es que la corta duración de la intervención limita la posibilidad de evaluar la sostenibilidad de los beneficios a largo plazo. La muestra limitada implica que podría no extrapolarse a toda la población. Futuros estudios deberían contemplar intervenciones más prolongadas e incorporar la autoevaluación de los niños junto con la de los padres para obtener una visión más completa de los efectos en la salud mental.
Schmidt-Persson J, Rasmussen MGB, Sørensen SO, et al. Screen Media Use and Mental Health of Children and Adolescents: A Secondary Analysis of a Randomized Clinical Trial. JAMA Netw Open. 2024;7(7):e2419881. doi:10.1001/jamanetworkopen.2024.19881
* Las noticias publicadas sobre estudios no suponen un posicionamiento oficial de ICNS, ni una recomendación clínica.