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Autoestima ¿eterna confusión entre causas y consecuencias?

La autoestima no es simplemente un estado emocional positivo (sentirse bien), sino que implica características sociocognitivas, siendo más bien una evaluación emocional subjetiva de nuestra valía, es decir, lo que siento y la percepción que tengo sobre mí. Esta percepción de nosotros mismos en realidad debe implicar cognición social (la percepción de mi valía respecto al grupo). En primer lugar, la autoestima debe ser consecuencia de las características neurocognitivas y los rasgos de personalidad. Una alta autoestima es la consecuencia en primer lugar de un bajo rasgo de neuroticismo, y debe relacionarse especialmente una alta puntuación en la faceta de vulnerabilidad. La autoestima también es consecuencia de una alta puntuación en el rasgo de extraversión, lo que implica la capacidad de experimentar frecuentemente afecto positivo y recompensa (particularmente recompensa social). Deberíamos encontrar también una relación con el rasgo de responsabilidad (autonomía, propósitos, competencias, etc). Por tanto, la autoestima es en primer lugar la consecuencia de rasgos psicológicos de baja ansiedad y baja vulnerabilidad a estresores. Adicionalmente, la autoestima es la consecuencia de experimentar frecuentemente estados afectivos positivos y recompensas sociales. Finalmente, la autoestima probablemente está relacionada con la capacidad de mantener propósitos y desarrollar competencias a lo largo de la vida. Por tanto, lo que llamamos autoestima es en buena medida consecuencia de nuestros rasgos de personalidad y la forma de percibir y relacionarnos con el mundo, lo que en parte es genético, y en parte consecuencia de nuestras experiencias a lo largo de nuestra vida.

Aquí hay algo importante para el trabajo psicológico: la autoestima es ante todo una consecuencia, un síntoma de nuestros rasgos y de nuestro ajuste psicosocial, no una causa. La autoestima no produce un buen ajuste psicosocial, la dirección es fundamentalmente la contraria: un buen ajuste psicosocial resulta en una buena autoestima. El trabajo no debe dirigirse a los síntomas tratando de inflar los sentimientos, lo importante es el trabajo de las causas: necesidades no cubiertas, afrontamiento evitativo, experiencia de ansiedad, asertividad, propósito, competencias, etc. Estos aspectos son los que traen como consecuencia una autoestima sólida y no al revés. Por tanto no se conseguirá una autoestima alta simplemente tratando de inflar los sentimientos de las personas, y esto aleja de una comprensión real de las causas del bienestar psicológico. El concepto de autoestima está sobredimensionado, y debe quedar claro que lo que llamamos autoestima es en gran parte rasgos de personalidad y el grado de ajuste psicosocial de la persona.

Dado que se parte de un concepto de autoestima cuestionable, no es de extrañar que se encontrara que las intervenciones psicológicas y educativas dirigidas a la autoestima realizadas en diferentes ámbitos mostraran fallar de manera generalizada para lograr mejorar capacidades y bienestar psicológico sostenido.

Citar como: Citar como: Bordallo. A. Autoestima ¿eterna confusión entre causas y consecuencias? ICNS. Accesible en https://www.icns.es/noticia_autoestima

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