Cargando...

Simulacro y simulación (Simulacra and simulation). Jean Baudrillard.

Jean Baudrillard (1929 – 2007), fue un filósofo y profesor de sociología francés. Escribió Simulacra and simulation (1981). En su obra, realiza un análisis del simulacro que suplanta la pérdida de realidad en todas las esferas de la vida. La obra de Baudrillard renovó su atención al aparecer en la película Matrix. El libro puede verse en casa del protagonista Neo, en la escena "follow the white rabbit". Los propios protagonistas de Matrix tuvieron que leer esta obra antes de comenzar a rodar. Si recordamos el argumento de Matrix, se ha creado una simulación, para ocultar la realidad mediante una experiencia consciente que la suplanta. Baudrillard describe el proceso social que conduce hasta la simulación completa. Parece que esta obra no está traducida al español. Existe un sucedáneo publicado en España llamado Cultura y Simulacro con algunos fragmentos, editorialmente cuestionable, y que no es esta obra.

La sociedad ha ido sustituyendo progresivamente una relación con su ambiente por una relación con signos. A medida que esta relación avanza, la experiencia directa de realidad desaparece progresivamente de la consciencia, suplantándose por signos que median la percepción de la realidad mediante simulaciones. En su etapa final, todo es convertido a código, creando una experiencia simulada en su totalidad.

LA EVOLUCIÓN DEL SIGNO

Debido a que somos seres que representamos simbólicamente mediante imágenes mentales, usamos abstracciones de la realidad para desenvolvernos por el mundo, por ejemplo mapas de territorios. Utilizando esta imagen que duplica el mundo físico mediante una representación del mismo, actuamos por el mundo con una imagen mental en nuestro cerebro. En su origen, los modelos del mundo tienen un paralelo de una realidad física, son simulaciones. Igualmente, mediante palabras (medios de comunicación, "sistema educativo", etc,) representamos una simulación del mundo, de correspondencia menos directa, menos fiel. Progresivamente, se producen representaciones sin origen, sustancia, o realidad. Son simulacros, hiperrealidad. Un mapa simula un territorio que existe, pero un videojuego es hiperreal, representa algo inexistente.

A lo largo de la historia, el cerebro humano ha ido rodeándose progresivamente de un mayor número de símbolos (imágenes, lenguaje, signos...) como representación del mundo. A su vez, todos estos sistemas simbólicos progresivamente se vuelven más abstractos, perdiendo relación con referentes empíricos. Por tanto, se evoluciona desde signos que referencian o simulan algo existente, a signos que disimulan que no hay nada. Signos sin realidad, pero que generan una experiencia consciente de realidad. "Lo que ha estado en juego desde siempre ha sido el poder mortífero de las imágenes, asesinas de lo real". Nuestra experiencia consciente no se forma por contacto directo con la realidad, sino que los símbolos median nuestra percepción del mundo construyendo nuestra experiencia psicológica y el sentido de nuestra vida. La digitalización que nos rodea supone una creación de signos ilimitada que diluye la experiencia de realidad. Finalmente se alcanzará una suplantación total de la realidad por el código. Mientras que los cartógrafos se esforzaban en que sus mapas coincidieran con el territorio físico, la cartografía cibernética supone una representación sin relación con el mundo físico.

La progresión creciente de signos conduce a la creación progresiva de representaciones sin realidad que el cerebro percibe como experiencias conscientes. El mundo empírico disminuye, hasta que el signo ocupa la completa experiencia de la consciencia humana en sus etapas finales, una simulación completa de la experiencia consciente. Entonces los signos se vuelven programáticos, ofreciendo los referentes de aquello que es real en una simulación completa de la experiencia consciente, y más allá de lo real, con un carácter infinito e inmutable. Un cortocircuito de la realidad, que ya no tendrá ocasión de producirse. La realidad se pierde y solo existe el código generativo que encarna la simulación. No se necesita realidad que recrear, ni verdad a la que aspirar, no necesita realidad que duplicar o a la que referir. Es la muerte de lo real. El simulacro completo.

REALIDAD E HIPERREALIDAD

Los grados de simulación pueden establecerse según su relación con la realidad. Así un primer orden implica una representación fidedigna de la realidad (un mapa), un simulacro de segundo orden implica una representación poco fidedigna de la realidad, y un tercer orden es cuando el signo no representa una realidad (simulacro). El segundo orden está relacionado con la Revolución Industrial, cuando un sistema de signos (lenguaje, imágenes, etc), atribuyen propiedades inexistentes a los objetos de consumo.

Con la industrialización y el desarrollo urbano, el espacio de socialización de una población pasa a ser funcionalizado y se convierte en hiperrealidad. La burocratización de la vida ha ido produciendo la destrucción de lo social. Las personas son aspiradas y vomitadas de su trabajo en horarios regulares, luego circulan hacia otro lugar como un fluído en un circuito, y hacen otra cosa otro tiempo determinado en otro espacio construído para ser consumido. El centro comercial ha supuesto el núcleo que produce un entorno urbano alrededor de él, como una cadena de montaje, que genera un procedimiento de socialización operacional que es la misma pérdida de lo social. Ocio, moda, trabajo, hogar confluyen en un espacio totalizado. Trabajo, ocio, mass media, cultura, todo será integrado en el mismo medio. "Para esto es preciso que la masa de consumidores sea equivalente u homóloga a la masa de productos". La mercancía deviene hipermercancía y la cultura hipercultura. Las personas se vuelven parte del proceso, masa integrada en el circuito. Dado que el ser humano no puede reducirse enteramente a un comportamiento racional, lo que nos convertiría en máquinas ejecutando procesos, la racionalización de la vida no puede producir un aumento de la socialización, sino lo opuesto. La socialización de la política es también para Baudrillard la destrucción de lo social por esa misma maquinaria burocrática.

La sobreproducción de material de consumo de nuestras sociedades es hiperrealidad, la hipertrofia que sustituye una realidad que se escapa. La pérdida de valor de los objetos conlleva a la sobreproducción de objetos que solo varían en signos, y que a su vez necesitan una publicidad de signos que añadan valores imaginarios que no son cualidades de los objetos. El yogurt de la justicia social de las mujeres, escapar de mi vida frustrante que no controlo en un coche nuevo que yo controlo y me llevará donde yo sí elijo y decido, ser millonario rodeado de chicas atractivas echándome una colonia cara, etc. Paradójicamente, en la producción industrial moderna, el objeto es lo menos importante. La sobreactuación publicitaria se centra en signos: lenguaje, moralinas, música, emociones, marcas, etc. Muestra que lo que vende no es el objeto. No hay necesidad en el objeto, y el valor no está en el objeto. Esto a su vez implica que la psicología de la persona no busca el objeto, sino el signo. Si hay necesidad o consumo, es del signo, y el objeto es prácticamente un añadido a la expectativa del signo. La hipertrofia del signo señala la pérdida de realidad. Lo social ha sido destruido, por eso la publicidad se centra constantemente lo social, la vida perdida.

La información tiene un efecto de destrucción de significado, por tanto igualmente tiene un efecto de destrucción social. La información crea una relación que disuade la comunicación. La realidad se diluye a medida que la información inunda los intersticios sociales. La información, por tanto el medio como dejó McLuhan, no crean comunicación, la agotan. Destruyen el significado, el cual se disuelve entre las inyecciones de información del sistema. Podemos intuir que para destruir la comunicación entre personas, y romper lo social, lo mejor no es callarlas, sino inundarlo todo de signos creando el caos. La violencia del sistema se dirige por tanto hacia el sentido. Esto destruye la comunicación y el vínculo de lo social mediante la destrucción del significado. ¿Lo reconocen?.

A mayor infusión de información, más ilocalizable se vuelve la realidad. Las personas se comunican con la información como medio y mensaje, cuyo referente en la realidad se vuelve cada vez más elusivo. Más bien, la información utiliza a las personas para diseminarse. Las personas no son agentes de la comunicación, se van volviendo repetidores funcionales, siendo objeto de reproducción de la misma. El mito que llegó a llamarse en los 90´s "la sociedad de la información", colapsando por la hiperrealidad creada por esa misma información. La hiperrealidad alcanza todo su esplendor cuando ya no se sabe si lo que se lee en internet es siquiera de una persona, o si uno discute con un bot. La red social es hiperrealidad que oculta la muerte de lo social mediante un simulacro que rescata lo social perdido. La masa es el producto de la actividad social sometida al sistema de proceso. La masa es lo que se nos quiere hacer creer que es lo social. La implosión de la sociedad misma. El ser humano cuantificado, usado como materia de analisis, como materia de consumo, masa proyectil usada por su peso, "por su aspecto más hueco de sentido, el más estúpido", es precisamente lo que permite su dominación. Esta inyección de signos producida por el sistema hace que la persona no sea consciente de lo que sucede, o que rechace todo input amenazante para las expectativas proyectadas desde su sistema de signos.

La historia es nuestro mito fundacional que permite una base material de causas y un sentido. La escenificación de imágenes históricas de lo pasado, altamente estética, tiene la función de ocultar la desaparición de lo político en el presente, que no existe más allá de una escenificación, y una representación de símbolos. Necesitamos un pasado visible, un mito que justifique que todo lo que no sea nuestra sociedad es "barbarie". Por ello exhibimos las sociedades primitivas como una escenificación, y eso es lo que vemos de ellas, la Disneylandia de signos de historia y cultura que nosotros producimos de ellas. Por la misma razón, el cine y los medios han sido ampliamente parte de la guerra, la cual no tendría su eficacia sin la correspondiente escenificación. Si la guerra es un ensayo de poder técnico y tecnológico, el poder de la industria de la consciencia es aún mayor. La gran guerra es el control de la masa, y se libra con una constante maquinaria de producción de signos. Hasta completar el proyecto, la simulación total, la generación completa del código que suponga el control total de la humanidad.

El poder ha ido paralelo a los signos de representación de dicho poder. Progresivamente, las personas demandan signos de poder, y existe una hiperrealidad que es la escenificación del signo. El miedo por la desaparición de lo político, de orden, de sentido, genera una producción de signos que oculta que lo político ha desaparecido de la realidad. Nadie siente devoción por la realidad de ninguna persona, sino por los signos que una persona representa, la escenificación y el simulacro de la persona sobre sí misma. La muerte de lo político produce esta hemorragia de signos, de valores, de lenguaje, de escenificaciones, de emociones. Esta sobrerrepresentación es el síntoma mismo de la ausencia de política. La política ha sido suplantada por la inercia operativa de procesos que produce la maquinaria. De lo político solo queda la hiperrealidad del signo. Banderas, símbolos, escenificaciones, pancartas, emociones, aplausos, etc. Y un político que saluda y sonríe.

Es evidente el papel del capitalismo en la creación de la industrialización, por tanto del circuito y de la inercia de la sociedad que vive en esta simulación. Igualmente, el socialismo y su burocracia administrativa son la destrucción de lo social. El socialismo es hiperrealidad, un simulacro que oculta, en el nombre de lo social, que lo social ha muerto, dice Baudrillard. El fascismo fue la hiperbólica respuesta de resistencia a la destrucción de sentido derivada de la secularización unidimensional de la vida, mediante una hipertrofia de la mitología de la figura política, del pueblo, etc.

LA MATRIX

La ciencia ficción es una escenificación errónea del futuro. Supone una romántica visión basada en extensiones de tecnología, pero conservando al ser humano como tal. Es decir, lo humano simplemente es ampliado con tecnologías, prostéticos y mundos empíricos a los que viajar. La ciencia ficción generalmente supone un segundo orden proyectado de lo industrial, con robots, etc. Sin embargo, no es lo que espera en el mundo código que viene, un tercer orden metatécnico, simulacro total de todo. Más oculto, radical y violento. No hay ficción, no hay humanos y máquinas, no hay doble realidad empírica y virtual, la simulación es el código, operacionalidad total, control total. El intento de la ciencia ficción de salvar al hombre es demasiado ingenuo. El tercer orden, la simulación completa, supone que lo real deja de existir, incluído el ser humano. Solo hay código. No hay siquiera un humano conectado a un mundo virtual como Neo. La simulación universal que es el único "mundo real" que existe. Inmanente, sin pasado, sin futuro, sin la existencia de lo temporal, espacial, corporal, mental. Todo forma parte del mismo proceso, reducido a un código operativo. La diferencia entre materia e idea, realidad y signo, ser y apariencia, desaparece.

Del mismo modo que Narciso se quedó maravillado de su imagen reflejada, la proyección de la imagen idealizada de sí mismo, el ser humano aspira a parecerse a una imagen mental, un ideal, un doble holográfico distinto al ser material que existe en alguna parte. Las personas por tanto tienen de forma natural una relación dual consigo mismas. Una percepción sensorial de realidad, y una imagen mental proyectada de sí mismos. Es visible que las personas usan los filtros que producen las aún arcaicas tecnologías de simulación, renunciando con ello a su realidad, en su fascinación ectoplásmica que aspira a ser como un dibujo manga, etc. Muchas personas de hecho aborrecen su ser en la proyección de sí mismas. ¿Qué universo es ese, espacio de representación de una imagen ideal que no está presente en la percepción inmediata de nuestro cuerpo?

Si toda la información de un organismo está en cada una de las partes, cabe preguntarse que sentido tiene el todo. ¿Cuál es la finalidad?. El código de la persona está en el ADN presente en cada una de sus células. La reproducción sexual se acaba. Si el cuerpo es un mero medio para la consciencia, entonces la tecnología puede ser una extensión de ese medio. Entonces, la progresiva mutilación del cuerpo es la medida del progreso. Al igual que los objetos industriales fabricados en serie, la clonación a partir del código de una célula es el proceso eficiente. Y lo eficiente ha pasado a ser el destino "científico", "objetivo", la "verdad" del ser humano. Aunque desaparezca con ello el propio ser humano. La duplicación del código supone el fin del sujeto y del código original, manipulado, producido en lo molecular, convertido en otra cosa. Prótesis producidas en serie, no necesariamente antropomórficas. Forma política y tecnológica que aloje algún tipo de consciencia, está por ver cual y como. Persona transformada en proceso. No hay cuerpo. El ser humano se acaba. Decisión recursiva del sistema. La vida convertida en el mero el seguimiento ciego de las posibilidades tecnológicas.

"Nihilismo" puede leerse en la página que Neo abre. Nihilismo ya no es desencanto por falta de rumbo. No es la pérdida de significado iniciada en el Renacimiento con la destrucción de las apariencias. Nihilismo hoy es la desaparición. La fascinación con el espectáculo de nuestra desaparición, con la procesión de formas indiferentes que conduce a ella. La seducción con el sistema que nos va a aniquilar. El cáncer es nihilismo, la negación del organismo para imponer la finalidad de lo celular. Nihilismo biológico, el poder hegemónico de la finalidad de la célula. Replicación indiferenciada de lo molecular para extinguir lo orgánico, es decir, lo humano. Este es el nihilismo moderno.

La tortura ha sido usada históricamente para arrancar una confesión. La confesión de culpabilidad automáticamente implica la aceptación de una verdad y de una autoridad legítima. Cuando experimentamos violentamente con animales de laboratorio, para Baudrillard, estamos reproduciendo la misma lógica. Se busca arrancar una confesión que legitime la autoridad de la modificación de la celularidad como finalidad del hombre en el mundo. El animal debe revelar que no es más que mecanismos fisiológicos, hormonas, etc, que la ciencia busca confirmar para legitimar su verdad y su autoridad. La ciencia no busca una inteligibilidad de las cosas, busca arrancar el control a los seres vivos para someter la vida a un control operativo total. La confesión del animal, arrancar la confirmación de que hay tejidos con funciones, es la justificación de la autoridad legítima de la experimentación y conversión de la vida a proceso biológico. El animal se elimina como ser vivo, para conseguir el control total de procesos. Irónicamente, los animales son el experimento que precede el nuestro. El ateismo quiso zanjar esta cuestión antes de tiempo desde un concepto material grosero, mecanicismo utilitario que pretende explicarse a sí mismo de forma circular. Los animales han sido deshumanizados a medida que el humanismo y la razón marcaban el "progreso" humano después de la Edad Media. El proyecto de la racionalidad científica es el proyecto de la deshumanización de la vida humana.

COMENTARIOS FINALES

Vamos hacia algo muy lejos de la romántica visión presente en la ciencia ficción. Baudrillard anticipa la transformación de la vida en la naturaleza, en vida cibernética, cuyo final es la recreación total. Los impulsos físicos que recibimos por los sentidos en respuesta a estímulos del ambiente ha sido totalmente suplantada por signos emulados mediante un código.

Desde que alguien cogió un poco de barro para contonear una mujer, es intrigante el hecho de que parecemos predispuestos a realizar réplicas. Nos conduce a una pregunta bastante peculiar: ¿la creación de réplicas es un destino del ser humano?. Surge la cuestión de si quizás nosotros ya somos algún tipo de réplica o simulación creada desde otra cosa. No pasarán muchos años para que tengamos robots que sustituyan a los camareros y nos ayuden ordenando nuestro hogar. ¿Qué pasará cuando haya un tejido sintético similar a la piel?. ¿Vamos a cambiar la complicada búsqueda de una pareja por relaciones sexuales fácilmente disponibles con un robot con aspecto humano a la carta?. Otras cuestiones son más preocupantes. Cuando las máquinas sean más inteligentes que nosotros, ¿nos considerarán necesarios?. ¿Tendrán más piedad de lo que nosotros hemos tenido con los animales?.

El género cyberpunk tampoco se acerca a lo que está en juego. No habrá rebeldes que han escapado del sistema, ni se enfrentarán a un robot aislado o a una malvada corporación. El sistema será total. Es el todo. Cuando pongamos inteligencia artificial en una computadora cuántica, no sabemos lo que va a pasar. El genio sale de la lámpara. A mi mente vienen billones de nanobots autoensamblándose para realizar cualquier forma mecánica y funcional de manera autónoma, mediante un sistema más inteligente y con más conocimiento que todos los seres humanos reescribiendo su propio código. Ellos crearán la simulación final. O el destino que consideren.

A nivel de consciencia, es inquietante pensar en la evolución simbólica del contenido mental, desde un protoself sintiente, sistemas sensoriales más o menos rudimentarios, hasta el simbolismo que hipnotiza al propio sistema nervioso. El espejo, la representación idealizada, las imágenes simbólicas, los signos... el cuerpo se dirige magnéticamente hacia sus propias representaciones. El cazador recolector que pintó una escena de caza en una cueva estaba intentando simular. Este proceso sigue evolucionando, hasta que las personas nos metamos literalmente dentro de una simulación que suplante toda la realidad, tanto del mundo como de la propia persona. La ingeniería representacional atrapa al sistema nervioso, como la luz a un mosquito. Es visible la persona hipnotizada por los contenidos sensoriales que emite su smartphone, los cuales seguirán aumentando en sofisticación, lo que supone la progresiva pérdida de contacto con la realidad. ¿Por qué el sistema nervioso es magnéticamente atraído por ese mundo de signos renunciando incluso a la realidad?

La burocratización de la vida es un fluido en un circuito, en el que las personas son una inercia de la producción de su circuito. La sociedad se transforma en su propia máquina. Es aquí donde se destruye irremediablemente lo social. Posteriormente, la tecnología de la información ha destruido el significado y la conversación entre personas. La comunicación humana es la lista de tópicos diseminado por el sistema y sus algoritmos, comentar una foto subida, etc. La persona es más un receptor-repetidor que un agente de esa comunicación. El ser humano ha ido desapareciendo mientras aumentan los signos y automatismos del sistema. Seguirá progresando, y el ser humano seguirá desapareciendo, desde los "algoritmos" que vigilan y controlan la información de nuestro presente, hasta la simulación total.

Parece que mientras más objetos existen, menos ser humano hay. El ser humano se va volviendo progresivamente un complemento de esos objetos, y son los propios objetos los que progresivamente dirigen la conducta de las personas y la dinámica de las sociedades. Parece que la evolución es que esos objetos acaben absorbiendo al ser humano literalmente, y sean ellos los actores de la vida, si es que es posible esta palabra con la transferencia de la consciencia humana a la computación cuantitativa, y la biología humana a la replicación molecular.

La mayor parte de la humanidad nunca ha sabido que para la vida en sociedad era necesario un aparato de vigilancia y control total. Tampoco que vivir era construir objetos. Sin embargo, el hombre moderno no puede pensar otra cosa que aquello que el sistema ha introducido en su consciencia. "Un sistema de disuasión insinuado desde el interior en todos los intersticios de la vida". Sistema que disuade de encontrarse con la realidad mediante inyecciones de signos desde todas partes. No es la Stasi, sino occidente, quien ha desarrollado el mayor sistema de vigilancia, control, censura y disuasión de la historia de la humanidad. Por eso tanto interés en diseminar imágenes, signos y nombres de dictadores del pasado. Con ello se oculta a los del presente.

La matrix debe desgarrar al ser humano de la naturaleza para someterlo a su simulación. Lo vemos hoy en la inyección de signos-neolenguaje por el sistema: "progenitor gestante", "uteroportante", etc. No es casual, es lenguaje deshumanizante, lenguaje instrumento, lenguaje técnica, lenguaje manipulación, lenguaje objeto, lenguaje experimentación, lenguaje signo que transforma a las personas en objetos. Tiene toda la intención de deshumanizar, de transformar a las personas en instrumentos. Con ello se legitima un orden de poder concreto, aquel que impone que un proceso biológico arrancado en un experimento supone "la verdad" de la vida, y el destino de la humanidad.

Divierte que tanta gente pretenda despachar a Baudrillard con un "meh postmoderno". Es evidente que muchas personas tienen dificultad para comprender textos complejos de este tipo. Sin embargo, no es a Baudrillard lo que uno no entiende. Lo que uno no comprende en realidad es el mundo que tiene delante de la nariz, disuadido por los signos de su sistema nervioso, al igual que los protagonistas de Matrix desconocen el simulacro completo en el que viven, y hacia el cual nos dirigimos.

"Y esta es la victoria del otro nihilismo, del otro terrorismo, el del sistema". Jean Baudrillard.
CONTACTO
c/Madrid 18. Las Rozas de Madrid
        28231, Madrid.
  91 853 25 99 / 699 52 61 33
  699 52 61 33