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C.S. Lewis. Mero Cristianismo

Clive Staples Lewis (1898-1963) nos propone en esta obra una filosofía cristiana. Lewis comienza explicando la moralidad, y sus dos factores clave. La primera clave de la moralidad es que los seres humanos universalmente tienen la idea de que deben comportarse de cierta manera. La segunda clave es que, las personas, siendo conocedoras de la moralidad, tienden pese a ello a infringirla. Cuando alguien hace algo que nos disgusta, no experimentamos un simple disgusto, sino que tenemos la expectativa de que la otra persona debe asumir una norma de comportamiento compartida que debe aceptar. Nos dice Lewis que aunque tendemos a pensar que la moralidad es relativa, en todas las sociedades en realidad se comparten gran parte de los fundamentos más básicos. Esto conduce a una de las ideas más importantes de la filosofía y la teología discutida durante siglos, la objetividad de la moral. Del mismo modo que las matemáticas expresan ciertas verdades, y no sería posible la creación de distintas tablas de multiplicar en distintas culturas, la ley moral no es un mero arbitrio cultural, sino que conduce a ciertas verdades universales. Bajo distintos textos y explicaciones a lo largo y ancho de la historia, pueden reconocerse unas mismas leyes. La moralidad tampoco puede verse como un simple impulso, el mero hecho de sentirse bien cuando se es de ayuda, o el impulso de evitar ayudar cuando hacerlo implica algún coste personal. La moral implica un elemento adicional a ambos impulsos, una ley moral y un juicio moral que dirige estos instintos. La ley moral va incluso contra los deseos y las ideas de la persona sobre el mundo. Por tanto no es un simple deseo ni una opinión sobre como deben ser las cosas. Es algo superior, lo que debe hacerse, una verdad que Lewis considera una prueba de la existencia Dios, junto a la propia existencia del universo.

Mientras que en la naturaleza las cosas siguen leyes naturales, las personas funcionamos más bien por la ley de aquello que deberíamos hacer pero no hacemos. Esto es, desde luego, lo que guía la percepción de las personas a diario, y lo que las irrita. Otros no hacen lo que deberían. Nosotros mismos tampoco. En la naturaleza existen los hechos, como se comportan las cosas. Pero en el hombre no existen solo los hechos como mero fenómeno que sigue leyes biológicas naturales. Existe algo por encima del comportamiento, una realidad que está más allá de los particulares y de la que no podemos prescindir, como debemos comportarnos. Esta ley es una verdad universal, no es un invento humano. Por la misma razón, la moral no es un mero hecho utilitario, debe existir una intención, no una inconveniencia accidental. El cristianismo no es el hecho de realizar actos que están bien o mal, sino como la persona se relaciona con la moralidad de forma personal. Muchos buenos actos físicos pueden esconder todo un ejercicio de cinismo. Eso no acercará a las personas a Dios, porque lo que busca Dios no es el resultado de la acción, sino que cada persona utilice lo que posee de la mejor manera que verdaderamente es capaz, relacionándose en primer lugar consigo misma de la forma más adecuada. No es que las personas debamos arrepentirnos ante Dios como una especie de castigo, sino que sin un sincero giro hacia Dios, es imposible conocerle. No es Dios quien se niega a aparecerse a la persona, es la persona la que se niega a recibirle.

La armonía de la conducta social también depende de la moralidad. No se puede hacer una buena sociedad simplemente por ley. Se pueden crear las mejores leyes del mundo, pero sin una moralidad como guía individual, las personas acaban sirviéndose de esas leyes para beneficio propio. La legalidad acaba en mero utilitarismo positivista, y las personas inevitablemente aprenden a aprovecharlas y sortearlas. Esto define nuestra sociedad actual. No es posible una armonía entre barcos si cada capitán no se ocupa del suyo propio. El hombre moderno, nos dice Lewis, está siempre pendiente de la flota, pero nunca de su propio barco. Aquello de "la sociedad" se ha convertido en una excusa para que las personas no realicen el esfuerzo individual que requieren consigo mismas en primer lugar.

La Ley moral implica libre albedrío, el cual supone la capacidad de realizar una elección. Aqui debemos reflexionar una cuestión clave de la religión, la existencia del mal. ¿No es el libre albedrío precisamente aquello que hace cometer malas elecciones?. ¿Por qué nos ha dado Dios entonces libre albedrío, si el resultado es que existirán con ello las malas acciones? Para Lewis, la respuesta es que el libre albedrío es la única manera de dar significado a la la vida. El mal es el precio a pagar para que pueda existir libre albedrío, y de que el mundo pueda tener significado que experimentamos conscientemente en primera persona. Una conducta autómata, una biología máquina, no necesita consciencia ni experiencia propia en primera persona. La vida no tendría significado. Y en un mundo mecánico ¿para que existiría tal mundo?. El libre albedrío es lo único que nos permite experimentar cosas como el amor, la bondad o la felicidad. El mal no es un mero dualismo contra el bien, pues no se disfruta per se, sino que es el resultado más bien de una persecución promovida por el deseo que se realiza por un mal camino. Pero como la persecución del deseo y la inteligencia son elementos de bien, el mal no puede ser un simple poder independiente de maldad, sino una parte de la bondad, algo por encima de él. Por eso el cristianismo piensa que el demonio es un ángel caído, no un ser de mal originario.

El cristianismo comparte en realidad muchas cosas con muchas religiones, siendo contrario a la visión occidental de que solo existe lo material. Sobre el panteísmo hegeliano o espinozista, nos dice Lewis, un pintor no puede ser su cuadro. Las ideas neoespiritualistas como un proceso de evolución desde los átomos es vista por Lewis como oportuna. Este espiritualismo permite escapar del vacío que produce la visión cientificista de que el universo es solo una inerte maquinaria física sin propósito alguno. Permite a las personas sentir emociones positivas con cierta trascendencia positiva proyectada a la inmensidad del espacio, sin que ese sentimiento espiritual se entrometa con nosotros ni nos moleste cuando queremos hacer algo que está mal. Con estas corrientes espiritualistas, las personas se libran del Dios que nos remueve la consciencia cuando quieren hacer algo incorrecto, quedándose solo en una parte emocional positiva. Sin moral, sin pagar el precio, dice Lewis "Dios domesticado". Critica el autor también las limitaciones del materialismo. Incluso una ciencia completa donde conozcamos todos los objetos del universo y su comportamiento, no respondería a la pregunta de por qué existe un universo, o que significado tiene. Estudiar las moléculas que componen los ladrillos de una casa no nos dirá nada sobre su arquitecto. La ciencia material no puede explicarse a sí misma sin un creador. A muchas personas les chocan las historias del cristianismo, para Lewis, deben verse como metáforas, igual que para explicar conceptos de la física se utilizan metáforas que facilitan la comprensión.

Hay algo de la que podemos saber más que de cualquier otra cosa en el universo. Algo que, a diferencia del resto del mundo natural, no solo observamos desde fuera en tercera persona, sino que conocemos en primera persona. Nosotros mismos. Tenemos una forma de acceso privilegiado a nuestra consciencia que no tenemos sobre el resto de las cosas de la naturaleza. La ley moral solo es accesible en primera persona (lo que sabemos que deberíamos hacer), no observando a otros (lo que dicen o hacen).

Casi toda la historia humana se ha hecho aparte de Dios. El ser humano ha construído toda clase de civilizaciones e instituciones para gobernarse, pero la maquinaria se acaba rompiendo, y cada vez algo sale mal. Esto sucede para Lewis porque no puede haber paz ni felicidad apartados de Dios. Ni dinero, ni leyes, ni toda clase de instituciones lo conseguirán. En esa clase de mundo, las civilizaciones son más importantes que las personas porque las personas mueren y la civilización prosigue su camino sin ellos. El cristianismo hace que las personas sean más importantes que esas civilizaciones materiales, al sobrevivirlas más allá de la mortalidad. En un mundo cristiano lo importante es la persona. Un orden positivo material exterior no puede sustituir el orden interno espiritual, la justicia no podrá nunca reducirse a lo que ocurre en los juzgados, ni a escribir una ley tras otra, ni realizarse mediante falsificaciones morales fabricadas por el sistema como "civismo", etc.

Comentarios finales

La sociedad occidental bien puede definirse por la renuncia a la moralidad. Para maximizar el proyecto de la sociedad industrial, debía crearse un sistema que maximice el hedonismo y la autogratificación como aspiración moral. "Igualitarismo" no es más que arrogarse la exigencia al derecho a consumir todo lo posible, como bien describió Baudrillard. Del mismo modo, altruista no es quien aporta a los demás, sino quien más exige a la sociedad que le den. La farsa moral que forma el espíritu de nuestros días impresionaría a Lewis. La fabricación constante de pseudomoralinas en medios y redes promocionando el escándalo del día tiene como finalidad impedir que las personas tomen consciencia de los problemas reales del mundo en el que viven, impidiendo a su vez que las personas puedan alcanzar un estado de madurez psicológica, ética y epistémica a nivel personal. Este estado de infantilismo moral hace que las personas sean inofensivas para la oligarquía de poder. Las pseudomoralinas de lenguaje sustituyen una moralidad real basada en acciones. Darle a la boca sustituye el comportamiento individual como base real de la moralidad. Es visible el hecho de que quienes más exigen "justicia social" a los demás, son exactamente aquellos que menos esfuerzo personal harán por nadie. Una especie de Dunning Kruger moral, con el añadido del incentivo reputacional de exhibirse como miembro altamente deseable señalizando virtud ante los demás. Los estudios de biología y ética evolutiva permiten entender bien a este tipo de personas que forman la masa del "hombre nuevo".

Aniquilar la moralidad era necesario para el proyecto de sociedad industrial, sea más liberal, sea más planificado. Una vez que el hedonismo es el principio universal de la vida, el hombre no tiene resistencia alguna a todo lo que el sistema le quiera vender. El cristianismo interfería con la plena expansión de la sociedad industrial, con el consumismo como valor supremo de la sociedad, y con el cientificismo como necesario marco epistémico para maximizar la sociedad mecanicista y la concentración de poder de la oligarquía racional. Por eso era una amenaza y debía ser atacado. Es evidente que la concentración de poder de las élites globales no ha disminuido precisamente en los últimos tiempos, ha sucedido lo opuesto, evidencia de que gran parte de la sociedad equivocó el enemigo groseramente.

El cristianismo no está en contra de la naturaleza. No es el Dios cristiano quien está en contra de lo material, del pan o del vino, no es el que pide una vida en celibato, ni el que renuncia al cuerpo por un espíritu, ni el que ve en el cuerpo una ilusión molecular. El cristianismo no es contrario a la vida material en sí, sino contra una forma viciada de relacionarse con ella. De hecho, nos dice Lewis, no son los pecados de carne lo peor para el cristianismo, "un hipócrita frío y autocomplaciente que acude regularmente a la iglesia puede estar mucho más cerca del infierno". Uno podría ser un gran científico del NIH de Estados Unidos, presumir de cristiano, y perseguir a profesores de salud pública para silenciarlos sobre cosas inconvenientes de pandemias que han causado millones de muertes. Por ejemplo.

"...progreso significa acercarse más al lugar donde se quiere estar. Y si os habéis desviado del camino, avanzar hacia adelante no os acercará más a él. Si estáis en el camino equivocado, progreso es dar un giro de ciento ochenta grados y volver al camino correcto". C.S. Lewis.


Citar como: Bordallo. A. Revisión de Mero Cristianismo. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_mero-cristianismo

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