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Anorexia nerviosa, bulimia, báscula y chequeos

Uno de los objetivos en el tratamiento de la anorexia nerviosa es establecer un rango de peso saludable. En bulimia nerviosa a menudo encontraremos un historial de fluctuaciones de peso que refuerzan el propio patrón bulímico, con lo cual también existe un objetivo a este nivel, en este caso lograr un peso estable en el rango de set point de la persona, que debemos estimar con su historial de peso. El mismo razonamiento es válido en un número significativo de casos de trastorno por atracones. Por tanto, la manera de orientar el papel del peso corporal en la terapia depende mucho de la historia de la persona con sus fluctuaciones ponderales. Adicionalmente, encontramos con frecuencia sintomatología obsesivo-compulsiva con la báscula y los chequeos, que a menudo avanza a una evitación sistemática por condicionamiento operante. Como norma general, en el primer caso debe romperse el ciclo entre obsesividad, urgencia negativa, y respuesta conductual. Podemos trabajar en esos mismos tres planos, a nivel neurocognitivo la obsesividad, a nivel afectivo la tolerancia a la urgencia negativa, y a nivel conductual prevenir respuestas (en algunos casos prevenir la exposición a estímulos).

A nivel de peso corporal, en primer lugar la persona debe comprender la diferencia entre señal y ruido, es decir, el peso real de tejidos respecto a las fluctuaciones corporales de fluidos que se reflejan en la bascula. Por ello la decisión habitual de realizar un pesaje semanal en la clínica. También querremos trabajar las frecuentes relaciones asociativas supersticiosas entre pensamientos, sensaciones corporales, estados afectivos, y respuestas conductuales de seguridad, con los que la persona elabora su esquema de conducta. Deben reducirse las asociaciones espurias que colapsan el sistema nervioso, mantienen el pánico, y refuerzan las respuestas constantes generando una alta sobrevaloración del control. Aquí a menudo encontramos una parte claramente compartida con el trastorno obsesivo compulsivo, en el cual debe cumplirse un ritual para que no suceda algo catastrófico que es controlable solo con la emisión de un ritual y una comprobación constante, además de la conexión supersticiosa entre eventos a nivel cognitivo cuyo síntoma es la obsesividad. Por ello si la persona no logra inhibir compulsiones de chequeo, debe trabajarse este aspecto. El objetivo es romper la conexión espuria entre estímulos mediante un afrontamiento empírico que desconfirma la consecuencia catastrófica que se manifiesta con una elevada necesidad de control y una intensa fobia a la pérdida de control. Como hemos mencionado, podemos trabajar en esos mismos tres planos, a nivel neurocognitivo la obsesividad, a nivel afectivo la tolerancia a la urgencia negativa, y a nivel conductual prevenir respuestas (en algunos casos prevenir la exposición a estímulos).

El papel a la hora de afrontar este aspecto así como el momento en el que se comienza a tratar depende de la prioridad en el manejo global de la persona. Dependiendo de la severidad del problema y de la capacidad de la persona para reducir sus chequeos de forma autónoma, consideraremos la prioridad de comenzar a trabajar la sintomatología compulsiva, según la interferencia que produzca en el objetivo global de la terapia, y en el día a día de la persona. El manejo psicoterápico por tanto depende de establecer bien la prioridad clínica, según la severidad de la sintomatología, y la interferencia con la vida de la persona y los objetivos planteados en cada momento. En algunas personas vamos a querer trabajarlo más o menos rápido, en otras personas quizás queremos poner el foco primero en el afrontamiento dietético antes de abordar la cuestión corporal, bien porque el afrontamiento corporal genera una ansiedad desproporcionada en las etapas iniciales de tratamiento, bien porque es menos prioritario. respecto a otros aspectos.

El pesaje clínico se acuerda con el paciente, y es deseable realizarlo. Cuando se realiza de forma abierta, el paciente conoce el peso y se aborda su discusión desde el principio. En cambio, en otros casos el pesaje se hace cegado, y no se da al paciente la información sobre su peso. Es posible que no queramos hablar de peso corporal en el comienzo de la terapia si observamos que existe una alta ansiedad ante este aspecto, la cual sobrepasa la capacidad de afrontamiento de la persona, y dificulta el resto del tratamiento de la terapia. Es decir, si el hecho de que la persona se enfrente a su peso nos va a impedir comenzar a trabajar cosas más relevantes, puede que queramos postponerlo. El hecho de que la persona sea consciente de su peso puede aumentar la sintomatología obsesiva y rumiativa, la ansiedad, y con ello el impulso restrictivo y las conductas compensatorias en un número significativo de pacientes, dificultando con ello el tratamiento y la adherencia terapéutica. Por tanto a veces puede comenzarse a trabajar el afrontamiento alimentario y algunos aspectos psicoterápicos básicos, y tras alcanzar unos primeros objetivos terapéuticos, se comienza a trabajar el afrontamiento de peso y cuerpo. En algunos casos, puede prepararse psicológicamente a la persona para ello, trabajando la regulación del pánico, la rumiación, etc.

El problema de no afrontar el peso es que no se desconfirman las conexiones espurias entre sensaciones corporales, pensamientos, estados afectivos y peso corporal, manteniendo con ello la hipervigilancia, el pánico a la pérdida de control sobre el cuerpo, y reforzando la misma necesidad de control sobre toda variable que produzca amenaza. Conocer el peso permite ver que no se produce el súbito descontrol en el mismo que la persona predice de manera catastrófica, y que el peso no hace otra cosa que permanecer en una dinámica próxima entre semana y semana. Enfrentarse a la bascula de manera estable hace que la persona deje de autoescanear toda señal amenazante, y deje de percibir la aleatoriedad diaria de sus sensaciones y pensamientos como realidades de peso. Este aspecto de trabajo es básico, necesario para romper la conexión psicológica supersticiosa entre cada sensación y la consecuencia empírica temida, que conductualmente se traduce en el intento de controlar. La catástrofe temida de peso descontrolado no sucede, y esto rompe el esquema psicológico predictivo de relaciones causa-efecto con el que la persona ha montado todo el ritual de su TCA.

Enfrentarse a conocer el peso genera ansiedad en muchas personas, por ello lo evitan. No enfrentarse a la ansiedad alivia a la persona la ansiedad a corto plazo, al evitar afrontar lo que uno teme afrontar, pero mantiene el problema sin resolver y con ello mantiene esa misma ansiedad a largo plazo. Si la persona no se enfrenta a conocer su peso, no rompe la ansiedad causada por un bucle de falsas predicciones de realidad. Por tanto, conocer el peso debe ser afrontado en el momento apropiado. En muchos casos el pesaje abierto y la discusión sobre el peso corporal se realiza desde el principio. Sin embargo, si la persona se encuentra en un momento agudo con una vulnerabilidad inicial muy alta, o enfrentarse al peso corporal interfiere abiertamente con los objetivos del primer momento, puede postponerse durante cierto tiempo. En estos casos suele realizarse un pesaje cegado en el cual la persona no conoce su peso, y permite a los clínicos orientar el tratamiento alimentario en fases iniciales. Esta situación no debe prolongarse indefinidamente, en los casos complejos de evitación, deberá evaluarse como realizar un afrontamiento con apoyo psicoterápico que pueda ser inicialmente asumible pero en un sentido claro de afrontamiento y progresión.

Citar como: Bordallo. A. Anorexia nerviosa, bulimia, báscula y chequeos. ICNS. Accesible en https://www.icns.es/articulo_anorexia_nerviosa_bulimia_bascula_y_chequeos

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